Como recorriendo el fluido de vida, con el torrente de los vientos y las aguas y el polvo de las tierras de esta tierra, a pleno viaje de aventura, Brenda y Ernesto, en su vehículo preparado especialmente, en un viaje con destino diario.
Ese día, especialmente de sol… ese pedacito de tiempo en el que la lluvia se suma al lago… ese instante de vuelo detenido de un pájaro sobre la punta más alta de aquel árbol… ese vistazo curioso de algún otro animal vecino ocasional del bosque o la montaña… esas formas de nubes impredecibles y efímeras como la mejor pantalla de TV… ese viento contra el parabrisas y enroscando cabellos cuando se comparte el vuelo del soplido… aquellas manos apretadas en comunión con nuevos amigos del camino… ese abrazo de sueño cumplido a cada ratito, así, de a pasos, de a giros de ruedas, de a miradas que acaso pudieran lo que quieren: ver toda esta parte del mundo y hacer de esa visión, el mejor de los destinos.
Brenda Hernández tiene 27 años, Ernesto Caparrós, 33. Están casados desde hace 5 años. Ella viene con sus días de guardapolvo a cuadritos desde su estudio de maestra jardinera y él pone manos en su oficio de desmontes y diversos trabajos que tienen que ver con ese mundo inmenso de las maderas, sumando tarea también de abastecimiento de un aserradero familiar.
Y juntos, de viaje en viaje, fueron hilvanando esos pasos dados, construyendo así una hoja de ruta solo establecida por el GPS del corazón, que ahora les indicó que tenían que continuar su andar pero esta vez, organizados en un medio de transporte propio ya que el itinerario sería bien extenso…llegar a Alaska…recorriendo América…ahí marcaba ese titilar de luz en el alma de ambos. Entonces, con el mundo esperándolos para darles las mejores postales, Brenda y Ernesto subieron a su Camper y ya están, a pleno viaje.
Y porque el mundo ahora además está más atravesado por las comunicaciones virtuales, es que en un alto seguramente de vistas de sierras y destellos, de soles como pedacitos de calidez ante sus pies, ya iniciados en el viaje y por el mapa de Córdoba, los viajeros –en la palabra escrita de Brenda- nos relataban acerca de esta historia que ya comenzó.
“Siempre que hablamos del viaje mencionamos a Alaska como un punto de llegada, pero en realidad el destino es el viaje, el camino que vamos a recorrer hasta llegar allá, el disfrutar de la naturaleza, los viajes, el conocer, explorar y compartir con personas de otras nacionalidades y culturas. Si algo nos han enseñado los viajes que ya hemos hecho es que siempre se encuentran amigos en el camino y que eso es lo mejor de viajar”, decía Brenda en el inicio de esta conversación ya a la distancia, pero cerca en el deseo de poder compartirnos sus emociones.
“Tenemos muy presente que todo puede pasar y que las circunstancias pueden ir modificando nuestros planes, pero aún así estaremos agradecidos a Dios por permitirnos vivir este sueño aunque no llegáramos a Alaska”. El sueño que es de a día, ya tiene entonces una buena cantidad de amaneceres y suman, seguramente, ese deseo de continuar andando.

La casa que late
Giran sus ruedas y es un motor como corazón que late, el que impulsa los caminos y los hace suyos. Ruedan y conocen. Se detienen y aprecian. Y encuentran en ese espacio móvil, el lugarcito que sienten como su casa, de viajeros.
Y a la hora de describir este medio de transporte que los está llevando al mundo, Brenda relataba: “En un tiempo los dos viajamos como mochileros, siendo solteros, y después de casados nuestra Luna de Miel fue a dedo desde Ushuaia subiendo hasta Bariloche, fue una experiencia muy interesante y divertida. Los viajes que vinieron después en general eran en auto, recorrimos mucho parando en los lugares que pudiéramos armar nuestra carpa y cocinar. Lo mejor era poder despertarnos en lugares soñados, abrir el cierre de la carpa y ver algún lago o bosque o playa, pero generalmente no teníamos más de 20 días para viajar y nosotros siempre nos estábamos moviendo para conocer más y se nos empezó a hacer bastante agotador el armar y desarmar la carpa todos los días…”, decía la viajera describiendo detalles conyugales con la alegría de haberlos sorteado y ahora ser solo un par de párrafos divertidos: las peleas por quién tenía la “suerte” de ser encargado del armado o desarmado de la carpa -tarea que en su mayoría recaía en Ernesto-, algo que mencionaba con risas, su esposa.
“Hasta que nos cansamos y compramos una carpa auto armable que con solo sacarla de la bolsa se armaba sola… una genialidad!! Salvó nuestro matrimonio…!!!”, recordaba Brenda y remarcaba que luego de eso comenzaron a gestar la idea de contar con un vehículo propio para lo que ya sabían que iban a seguir haciendo: viajar.
“Teníamos que conseguir algo económico y poner manos a la obra para abaratar lo que más pudiéramos los costos. Así que vendimos nuestro auto, la moto y con algunos ahorros compramos una Toyota Hilux modelo 98, totalmente restaurada, le sacamos la caja de carga y sobre el chasis, el 12 de octubre de 2018 comenzamos a construir nosotros mismos nuestra casa móvil, un camper, que consta de un sillón que se hace cama, una cocina, una mesa y algunos lugares de guardado”.
Y detallando sobre el trabajo de construcción de este espacio sobre el vehículo, relataba: “Nos llevó cuatro meses, hicimos el camper totalmente de cero. Fue un gran trabajo. Er y su papá lo diseñaron y construyeron, utilizando madera y otros materiales reciclados que nos iban dando o consiguiendo como las paredes del camper que eran las placas de una cámara frigorífica que las desarmó, lijó y utilizó la fibra de vidrio para las paredes y el telgopor para el aislamiento y así tantas otras cosas”, mencionaba y agregaba que iban a contar con la compañía amada en el viaje -su perrita-, pero por cuestiones burocráticas en cuanto al traslado de mascotas quedó al cuidado de los papás de Brenda… un corazoncito más que los estará extrañando, con las orejas atentas y la cola lista para el molinillo de alegría cuando regresen.
Hacen camino al andar
El almanaque los puso a andar el 11 de febrero. Con ese sueño de Alaska pero el destino diario. “La verdad es que no hemos hecho muchos cálculos de cuándo llegaremos a Alaska, porque sabemos que todo eso lo vamos a ver en el viaje, dependiendo de las circunstancias. Nuestra idea era llegar en verano -julio- por las condiciones climáticas tan adversas en el invierno, pero se nos atrasó bastante la salida y tenemos un mes menos del que habíamos pensando”, señalaba Brenda, sabiendo que ante todo hallarán manos amigas y corazones buenos en este andar.
“Tenemos dos primas en Estados Unidos, familia de familia y nada más. Pero nosotros somos cristianos en la Iglesia Luterana y esperamos poder participar de las diferentes congregaciones de la denominación que vayamos encontrando en el camino, hermanos de la Fe”, mencionaba abriéndose el alma para ver ya el tumulto de emociones que cosquillean dentro…
“Cuando empezamos a pensar el viaje nos re emocionaba. Parecía un sueño muy lejano y algo improbable. Seguimos por redes a otras personas, parejas, familias, gente sola que ya había viajado y compartía sus experiencias y para nosotros eran superestrellas, pero no sentimos que estemos haciendo algo extraordinario, cualquiera puede hacerlo, nos pone un poco nerviosos el salir del país en vehículo, nunca lo habíamos hecho. Todavía no caemos que es una realidad, llevamos algunos días de viaje y aún parecen vacaciones normales, suponemos que las emociones irán cambiando al salir del país y que ahí comenzará la verdadera aventura. Igual no es fácil describirlo, este es nuestro sueño y lo estamos viviendo!”.
Y lo viven por sus propios méritos del soñar y porque hubo y hay gente que acompaña con corazón y empuje: “Tenemos que agradecer mucho a familiares y amigos que se acercaron a darnos una mano, acompañar, charlar, cebar mates, primeramente a nuestros padres y especialmente al padre de Er que tanto tiempo, esfuerzo y material destinó al proyecto. Y obvio a nuestro buen Dios por permitirnos vivir este sueño”.
Irán juntando en la mochila, en algún rinconcito del camper, en los bolsillos, en donde hueco material sea, recuerdos de esos que se colocan en repisas y se miran cuando el álbum de la nostalgia pide revivir momentos. Pero se traerán más que eso… “No tenemos idea de lo que nos deparará el camino, pero obviamente que nos llenaremos de hermosos recuerdos, de lugares y personas, experiencias y muchos aprendizajes, esperamos adquirir paciencia, tolerancia y tantas otras virtudes que tendremos que cultivar al vivir en un espacio tan reducido, tomando decisiones contínuamente y compartiendo juntos las 24 horas del día los 7 días de la semana”, decía Brenda que de la mano de su esposo Ernesto confeccionaron esta ruta de viaje que van resaltando con el color de la emotividad, día a día, en esos días, en ese mundo que es el mundo inmenso que se hace posible de abrazar cuando se lo recorre, construyendo un andar por las venas que lo hacen latir.
Sostener el viaje
“Cuando comenzamos a planear al viaje siempre fue la idea de viajar con nuestros ahorros pero la verdad es que gastamos mucho más de lo que creíamos en los preparativos, trámites y otras cuestiones, entonces empezamos a dudar y pensamos en postergar el plan, pero unos chicos que ya habían realizado el viaje nos dijeron que no esperemos a tener todo lo necesario y que se den las condiciones, porque eso nunca pasa y siempre habrá algo por hacer o algún impedimento. Y que si vas por tu sueño, las cosas se empiezan a dar, la gente ayuda y vas encontrando la forma de solventar los gastos. Por eso vamos a ir trabajando en el camino. Para probar hicimos cuadernos artesanales de tela, cosidos y encolados a mano, los cuales comenzamos a vender en Luján (agradecemos a todos los que colaboraron comprando uno) y después tenemos algunas otras ideas, pero nada concreto, supongo que iremos viendo lo que vaya surgiendo y siempre estaremos abiertos a recibir la ayuda que puedan brindarnos”, señalaba.
A seguirlos
Brenda y Ernesto invitan a seguirlos, para viajar de una manera virtual con ellos, que transmitirán las emociones reales de esta aventura: Facebook e Instagram con el nombre “Tiempo de viajar por América’”.
Nota: Lili Ricciardulli