El 25 de abril es el Día Internacional de lucha contra el Maltrato Infantil. Mucho se ha dicho acerca de las diferentes formas de maltrato y la importancia de sensibilizar y problematizar los modos de relacionarse de los adultos con los niños e identificar actitudes que puedan ser compatibles con una situación de maltrato infantil.
Está muy claro que hay violencia cuando se ven marcas en el rostro o en el cuerpo de los niños y que parece claro que cualquier persona se involucraría para protegerlos. Sin embargo, cuando la violencia no deja huella física el horizonte de acción aparece más complejo e invisible. En Argentina los datos que existen sobre la problemática de la violencia hacia niños y niñas son alarmantes: más de 5 millones de niños y niñas sufren violencia dentro de sus hogares diariamente. Es un problema urgente, complejo y naturalizado que atraviesa todos los hogares y clases sociales.
Gritos, insultos, descalificaciones; exposición a situaciones estresantes y riesgosas para la edad de los niños; desprotección y descuido; negligencia con riesgo de vida; asunción de responsabilidades para las cuales no se les prepara ni física ni emocionalmente, abuso de poder en todas sus dimensiones y facetas, son algunas de las formas que adquiere el maltrato infantil y que son una realidad diaria para millones de niños.
Interrumpir el círculo de violencia contra los niños es impostergable. No solo al interior de las familias, donde es sin dudas prioritario, sino también en todos los ámbitos donde niños y adolescentes transcurren su cotidianeidad.
La escuela, el club, la clase de danzas, el espacio público, son ámbitos que es necesario repensar. Niños y adolescentes, por su situación particular de dependencia y vulnerabilidad, están más expuestos a las características vinculares que los adultos puedan construir. En una situación de violencia infantil el niño o niña siempre es la víctima y los adultos son los responsables.
La pregunta que surge entonces es ¿quién resguarda a los niños? Cuando crecen en una sociedad que los violenta en diferentes formas y ante la que muchas veces no encuentran espacios seguros y protectores o aliados que intervengan por su protección. La lógica de relacionamiento social trasciende a la niñez y está atravesada por la violencia. De género, institucional, económica, simbólica, de clase, la violencia parece ser el único elemento constante del entorno social. Es evidente entonces que la respuesta trasciende el ámbito familiar y comunitario y recae directamente sobre las funciones del Estado.
Al ratificar la Convención de los Derechos del Niño, el Estado argentino asumió el compromiso de garantizar cada uno de los derechos allí enunciados. El resguardo de toda forma de violencia es uno de los prioritarios. Es además fundamental en tanto es la llave inicial para el desarrollo pleno de cada niño o niña.
Son necesarias políticas públicas de abordaje integral, que acompañen a las familias en la función de crianza, simbólica y económicamente y que de manera central, trasciendan el ámbito familiar y garanticen seguridad y protección en todos los ámbitos en que niños y adolescentes se desenvuelven. Ello es una función indelegable del Estado.
Sin dudas socialmente nos queda un largo camino por recorrer para desenredar la trama de violencia que se teje sobre la niñez, hoy es la oportunidad de exigir al Estado las respuestas y acciones que aun están pendientes.
(*) La Licenciada Alejandra Perinetti es directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina