Al igual que muchos otros rasgos distintivos del ser humano, la superstición y la creencia en elementos mágicos a los que agradecer la buena suerte o culpar de las desgracias llevan acompañándonos desde que el mundo es mundo. Cuando tememos estar en una situación sin salida, depositamos nuestro destino en manos de amuletos, números mágicos o ritos, y cuando nos hemos visto intensamente favorecidos, lo achacamos también a algo que no podemos controlar.

Al igual que la ciencia era considerada magia hasta que se comprendió, cuando pensamos que no podemos hacer nada por cambiar una situación concreta decidimos encomendarnos a costumbres de la cultura popular como tocar madera, apagar todas las velas de una tarta de cumpleaños o llevar un trébol de la suerte en la cartera. Si no podemos hacer nada más, al menos esto podrá ayudar. Sin embargo, a veces las diferentes culturas no están de acuerdo con el simbolismo achacado a unos u otros elementos, como sucede con el controvertido número 13, que para algunos está asociado a la buena suerte y para otros es una cifra de la que huir, hasta el punto de no querer alojarse en una habitación de hotel con esta numeración o negarse a viajar en un avión cuyo asiento asignado a nuestra persona sea el 13. La historia nos ha mostrado momentos en los que se ha venerado esta numeración y otros en los que se ha aborrecido. Ahora hay muchos que el viernes 13 deciden comprar boletos de lotería, por ejemplo, pero de todos es sabido que “ni te cases, ni te embarques”.

Lo que sí es común a todas las culturas y a todas las épocas es que, creer en ritos, amuletos, números, colores y demás elementos asociados a la suerte es que solemos acudir a ellos en momentos de dificultad, sobre todo económica, cuando existe tensión política y por supuesto en periodos de guerra. En muchas ocasiones, no se trata de creer a ciegas en que llevar una pata de conejo nos salvará de todo mal, pero sí que nos da confianza, seguridad, o alivia el estrés ante el pensamiento de que, todo lo que podíamos hacer para evitar un mal o para favorecer una victoria del tipo que sea, lo hemos hecho, incluso creer en colores o en números, y es que… tampoco tenemos nada que perder al hacerlo.