Golpecito a golpecito, como latidos constantes, dándole forma a la vida. Golpecito a golpecito, como si un gran cincel hecho de palabras fuera moldeando los días. Palabras, ejemplos, alegría, aprendizajes, abrazos, andares de la mano, caminos de libros, pizarrones como ventanas. Golpecito a golpecito, cincelando la vida, para mostrar las diversas maneras y las diversas personas y las diversas historias, para el saberse siempre con el derecho a elegir, con la posibilidad de elegir.
Así, cincelan los días en el Jardín de Infantes N° 926, que ha andado por el camino de la búsqueda de su identidad, llegando al logro del nombre propio. Algo que si bien tuvo su primera concreción el año pasado con el tiempo de propuestas, investigaciones y elección, tuvo su momento cúlmine en el final de 2019, cuando se llevó a cabo el acto de imposición del nombre y la presentación de la escultura que homenajea a la personalidad elegida: Lola Mora.
De manera que este establecimiento educativo de Nivel Inicial ubicado en las calles 738 y Avenida del Libertador, en la zona conocida por su cercanía con el Zoo Luján, tiene la identidad completa no solo con la historia de días de aprendizajes compartidos, sino con un nombre que ya están llevando con orgullo.
Moldear… se
Encontraron en la historia de vida de Lola Mora un camino digno de ver y recorrer con nuevos pasos. Supieron de su constancia para cincelar sus obras y sintieron que ellos también lo hacen, cincelando los días para hacerlos mejores.
Por eso la eligieron. Y por eso organizaron un acto para dejar establecido el nombre y mostrar con orgullo la escultura -un isologotipo- que presentaron ante la comunidad educativa. Presentación que se realizó escoltada por la directora del Jardín, Cecilia Faccini, junto al presidente de la Asociación Cooperadora y a Gabriela Gowland y su hijo Esteban, que fueron artífices del diseño del isologotipo y su materialización.
“Lola Mora fue la primera escultora argentina que en la escultura y sus manos encontró el vuelo. Este logo se resignifica en el jardín porque en las manos de las maestras hacedoras de la educación, escultoras del proceso de enseñanza y aprendizaje, están las herramientas para que estos niños, los que pasaron y los que vendrán, puedan en la educación encontrar su propio vuelo”, se mencionaba para que se descubriera entonces la creación diseñada por Gabriela Gowland, plasmada por Melina Maggi y materializada por Juan Carlos Fernández.
Y sumando emotividad, llegaron las palabras de Cecilia, la directora: “La identidad no solo tiene que ver con el nombre escrito en una partida de nacimiento, tiene que ver sobre todo con las personas, los valores, los lugares y las vivencias. Somos diversos y somos universales, la condición humana es una y muchas, y eso es lindísimo que ocurra. Lo mejor que el mundo tiene está en la cantidad de mundos que el mundo contiene. Por suerte somos diferentes, por suerte somos diversos, pero también hay valores comunes al género humano que se han ido transmitiendo de diferentes maneras de generación en generación. Desde que se creó el Jardín el proyecto institucional ha sido de arte, permanentemente este colectivo institucional y toda su comunidad han ido creando propuestas artísticas innovadoras, los rasgos distintivos de esta institución tienen que ver con la forma que nos vemos colectivamente, con nuestros propósitos, cultura, tradiciones, lo cual nos permite identificarnos con unos, con otros, a fin de articularnos como un gran grupo organizacional. La condición humana es muy divertida, muy diversa, muy celebradora de la vida, es un abanico de todos los colores, un arco iris infinito”, señalaba cincelando con sus palabras el hecho histórico de contar con un nombre propio para este Jardín y toda su comunidad.
Y se sumaban detalles de la vida de la artista elegida: “Dolores Candelaria Mora Vega fue una de las mujeres más importantes de la cultura de la República Argentina. Nació en El Tala, departamento de La Candelaria, provincia de Salta. El 17 de noviembre de 1866. Hija de Romualdo y Regina. Desde pequeña demostró tener talento. Recibió una beca para estudiar en Roma y ahí descubrió su pasión por la escultura. Regresó a Buenos Aires en 1900 y ofreció realizar una fuente para decorar la Plaza de Mayo. Una vez concretada volvió a Roma y retomó su trabajo en su atelier con lo que sería su obra más famosa: la Fuente de las Nereidas, conjunto escultórico que fue traído en barco desde Génova”, relataron, para agregar que “en 1919 se encontraba en Roma cuando decide volver a Argentina, vende todas sus pertenencias para empezar todo de nuevo. En 1920 abandonó su vida como escultura y se interesó en un invento de los hermanos Lumiere, el cinematógrafo que permitía la proyección de imágenes en movimiento pero solo en una sala oscura. Ella quería ir más allá intentando proyectar estás imágenes a plena luz del día. En 1927 vuelve a Salta y con sus últimos ahorros decidió buscar petróleo en el monte salteño, esta aventura a una mujer no le iba a resultar fácil, otra vez contra la lógica siguió avanzando. Volvió a Buenos Aires sin dinero, se instaló en la casa de una sobrina. Muere el 7 de junio de 1936”, finalizó la semblanza con palabras de la propia Lola Mora: “El tiempo es impiadoso con nosotros, pero el mármol perdurará, más allá de los que me criticaron, de los que me censuraron y no me comprendieron. Mi obra quedará y será siempre mi voz y la voz de todas. Yo fui una y todas las mujeres del mundo”.
Por último, llegó el agradecimiento especial de parte de la Dirección del Jardín para “Gabriela Gowland, Claudia Brancatto, Virginia Rocha, PAyS -institución que donó la placa-, Cáritas, mamás de la Red Solidaria del Colegio Maristas, Mimi Albornoz, Escuela de Arte ‘Pipo Ferrari’ y la docente Alejandra Galeanoff, a toda la comunidad educativa, docentes, auxiliares, familias que pusieron el corazón en el acto y agradecemos la presencia de las Inspectoras María Julia Benites y Miriam Imbrenda”.
Se entregaron recordatorios; se compartieron trabajos de los alumnos como el mural de la 3° Sección a cargo de la docente Carolina Altamirano y las residentes Corina Massone y Melina Vázquez; se recorrió la muestra estática; se aplaudió; se contagió alegría y desde la vida y obra de Lola Mora se homenajeó y se le sumó movimiento a ese cincel que nunca deja de dar golpecito tras golpecito. Porque la educación moldea, siempre, para lograr el mejor y más lindo formato del alma.
Nota: Lili Ricciardulli