Ha sido testigo y compañero de la infancia de muchos. Pedacito de paisaje elegido por tantos para finalizar el domingo. Y ha sufrido el poco cuidado siempre. El escudo lujanense que se encuentra en la intersección de exruta 7 y ruta 5 es símbolo de ese tiempo de encuentro familiar y amigos, como así también zona de visitas de aquellos turistas que más veces que menos, lo han encontrado con altos pastizales y deteriorados en construcción y colores. Un grupo de vecinos, en estos días, pusieron manos a la obra y ya casi terminan con la restauración. Los testimonios.
Como mariposas, han sobrevolado por allí los barriletes. Sostenidos por las manos chiquitas ante la transmisión de la tradicional diversión, desde esos adultos que seguramente antes, alguna o varias veces, habían estado en la misma situación descubriendo el vuelo en el mismo lugar, que también tiene cicatrices de esas lindas, esas que quedan como huellitas temblorosas cuando las rueditas de la bici ya desaparecían y aparecía el riesgo de surcar los lugares sosteniendo el andar en tan solo las dos ruedas grandes. Ha tenido también música salida especialmente del auto, como queriendo adornar con sonido el paisaje del reloj dominguero. Y no hubo Día de la Primavera que no lo tuviera a este lugar como sede de la juventud y el mundo hermoso soñado por entre picnics de manteles a cuadritos, galletitas con paté, el sándwich de salame y alguna bebida casi con el permiso del estar creciendo.
Y allí, testigo y protagonista de todo, “El Escudo”, que hasta dejó deslizarse por sobre él la velocidad de un invento un tanto ‘barilochense’: ese de sentarse en un plástico y surcarlo aprovechando la inclinación del terreno. Postales del divertimento que ofreció este lugar que por siempre será “El Escudo”, aunque sea simplemente un espacio verde por entre medio de intersecciones de rutas y sus rotondas.
Y esa imagen del ayer cuando era el lugar elegido, se fue desdibujando con los años y las predilecciones de la gente que aunque nunca dejó de visitarlo, mermó y quizás también, producto de la finalización de la Autopista del Oeste que trajo al turismo directamente a los pies de la Basílica sin necesidad de ingresar por esta zona, la de “la vieja entrada a Luján”, la “del escudo”, la del “Puente Control”, lo que agregó una mirada de olvido y un halo de desidia por parte de los gobiernos -todos- que nunca mantuvieron como correspondía a este espacio tan representativo del disfrute al sol de varias generaciones de lujanenses y turistas.
Pero “El Escudo” no sucumbió al abrazo del pasto que se hizo yuyal. No dejó de mirar a los barriletes que aún en tiempos de juegos online, se siguieron ofreciendo para conocer el vuelo. No dejó de recibir al auto estacionado con el estéreo a todo volumen y el mate conjugando la postal del solcito de saludo final del día especial que siempre es y será el domingo. Solo que aguantó -antes, después y ahora- el poco cuidado. Y en varias ocasiones recibió la pincelada como caricia y el respiro de alivio cuando el color fue todo, todo de él, nuevamente.
Y una vez más, sucedió lo de la caricia. Lo del mirarlo y sentir tristeza. Y eso de ponerse en acción.
La acción solidaria
Le llegó nuevamente al Escudo. Nuevamente, porque en otras varias ocasiones ha sido puesto bien coqueto por los mismos vecinos lujanenses. Como esta vez, cuando el vecino Fernando Miloc sintió la tristeza por la postal del abandono y se puso a disposición de ese lugar especial para muchos, muchos, programando desmalezamientos, restauración de la construcción material y pintura, tarea que comenzó la semana pasada y a la que se le sumaron las manos de diversas personas, por entre amigos, familia y -hasta en algunos casos- desconocidos.
“Me sentí preocupado porque se estaba perdiendo. Estaba casi tapado con el pasto”, nos contaba Fernando Miloc, quien puso en marcha la restauración de este lugar que es realmente significativo. “Sí, es muy importante porque es un lugar que a varios nos ha juntado como familia”, decía asintiendo a nuestro comentario.
Y acerca de la tarea, nos relataba: “Empezamos poquitos y con los días se fueron sumando más personas. Mientras trabajábamos muchos pasaban en autos y camiones y nos aplaudían. Eso nos ponía más contentos”, señalaba destacando que los materiales utilizados fueron un tanto adquiridos por ellos mismos y otros producto de donaciones. “Empezamos un día viernes y lo primero fue desmalezar, luego levantar pedazos del escudo y reparar con material. Luego empezamos con las pintadas”, decía Fernando.
El Escudo está siendo puesto más lindo. Y esto sucede por el esfuerzo de los mismos vecinos que lógicamente tienen un pedido hacia toda la comunidad: “Que lo cuiden y también que junten la basura de cada uno. Había muchísimo que juntar”, aseguraba sumando el agradecimiento a quienes lo apoyaron en esta tarea: “Quiero agradecerle a mi señora y mi familia que siempre me apoyan en todo”.
Lo abandonaron las contemplaciones de las autoridades muchas veces. Pero nunca sucumbió ante el olvido porque los pedacitos de infancia siempre logran unirse para construir un tiempo de proyecto de caricias de colores para el Escudo. Para este espacio verde que guarda en los desniveles de su superficie todos los barriletes, todos los domingos, todas las radios con los goles resonando en alegría, todas las bicis, todo el amor, toda la amistad, todas las primaveras, que le vuelven en recuerdos y las convierte en realidades también para las generaciones nuevas.
“El Escudo” es nuestro. Hay gente solidaria poniéndolo lindo. Es un buen motivo para seguir disfrutándolo y cuidándolo. Porque hay cosas materiales que indudablemente… tienen alma.