El mundo está ahí. De la vereda para adentro, traspasando la puerta que se abre ahora al lugar más seguro que siempre: la casa, ahí donde se transcurre el mayor tiempo de este aislamiento social obligatorio, tiempo de compromiso para con cada uno y todos. Pero mirando esa puerta y otra y otra, y una vereda y otra y otra con sus calles , tenemos la postal del barrio, ese otro pequeño gran mundo por el que lo cotidiano muestra una y tantas diarias imágenes diferentes a aquella última, quizás del pasado inicio de marzo, cuando nadie esperaba que todo tuviera un giro tan tan notorio y que la vida, realmente, no fuera la misma.
Ahí, por entre esas calles del barrio, hay menos bicicletas haciendo surcos en la tierra suelta. Hay menos huellones del paso de los autos en los días de barro. Hay nada de chicos carcajeando la infancia en la vereda. Hay silencio de festejos. Hay preocupación de los vecinos adultos y hay desconcierto por entre los más chicos.
Y en el corazón del barrio hay un lugar de paredes silenciadas por entre las que solo se escucha el también desconcierto de ‘El Cachi’: la mascota de la Sociedad de Fomento de este barrio El Ceibo, que revolea su cola y estalla en ladridos cuando gente llega a la sede donde vive, para atenderlo. ‘El Cachi’ -perro inteligente si los hay- en esta falla, ya que no hay dimensión perruna ante esta situación que vive la humanidad. Entonces, Laura llega y lo atiende y de alguna manera también le promete a las paredes, al tinglado y al piso que tanto les costó colocar, y a la biblioteca de libros tan usados, que volverá la actividad a esa sede fomentista. Pero mientras tanto… Coronavirus, Cuarentena, Pandemia.
“La postal de nuestro barrio es sin duda muy extraña , más ahora ya que a principio costó bastante porque la costumbre de los chicos es jugar en las calles, las familias toman mates en las veredas, la característica del Ceibo es justamente los vecinos afuera, los chicos, los perros , y este cambio tan brusco para un barrio que es puertas afueras fue difícil, costó creer que fuera para tanto, se creía que no era posible vivir encerrados y había quiénes desafiaban a esta situación -y quedan algunos todavía- pero a estas alturas el barrio manifiesta la ausencia de la vecindad. Miramos por la ventana media abierta, pero sí hay una resistencia en esta nueva forma de vida hasta tanto esto pase”, nos relataba Laura López, emblema de la organización fomentista y presidente de la Comisión Directiva.
“Los comercios del barrio no siempre tienen todo lo que se necesita. Y hay que salir un poco más lejos en la búsqueda del producto y la diferencia en los precios. Y nos vemos en la obligación de salir y romper la cuarentena, eso es necesario ya que esto trajo aparejado la situación económica de los vecinos ya que muchos trabajan el día a día, son vecinos que no están dentro del sistema y si no trabajan cuesta aún más cubrir las necesidades de la familia. Si bien el Municipio implementó la ayuda de mercadería, viandas, pero no es sólo eso, hay vecinos con dificultades de salud de base y el hecho de no poder salir también se complica y también esto nos da el trabajo de hacer una reflexión frente a esta pandemia invisible, creo que nos debe dejar una lección de aquí en adelante por el bien de todos”, señalaba la fomentista y reflexionaba acerca de lo que vive el mundo y su barrio, dentro del mundo.
Silencio de paredes
Allí donde no solo “El Cachi” suma sonidos, sino todos y cada uno de los que a diario realizan actividades en la sede de la calle Larrea, ahora todo se reduce a los ladridos.
“La sede está cerrada ya que el trabajo nuestro se basa en trabajar con las practicantes del Instituto (magisterio) y eso significa que trabajamos con cantidad de niños y las mamás. O sea, que al estar las escuelas cerradas las estudiantes no vienen”, decía Laura haciendo referencia a la actividad educativa que se brinda en el lugar.
“Estamos todos en la situación de confinamiento, sólo vamos a darle la comida ‘al Cachi’ y ver que todo esté en orden, así que estamos esperando que esto se termine lo antes posible y volver a trabajar con los chicos” y mencionaba: “Tenemos proyectos que se postergaron para después de esta crisis que nos toca pasar a nivel mundial. También esto nos lleva a tomar conciencia de la gravedad de la situación, nos obliga al cuidado de todos pero esto no quiere decir que no podamos pensar en planificar para después y ponerle todo con más ganas y con más creatividad y poniendo en valor el cuidado de la salud del medio ambiente y de los que nos rodean”.
Situación y situaciones. La cuarentena nos ha encontrado a muchos de la misma manera, con la misma realidad y también llega a situaciones diferentes. Acerca de las necesidades del barrio, Laura nos contaba: “Pedimos alguno de los insumos que por cierto son escasos y está también el abuso de los sobre precios y como no hubo respuestas no volvimos a decir nada y esto de no poder salir también es un condicionamiento a la hora de gestionar: se hace muy engorroso por teléfono y muy complicado por esta situación que debemos cuidarnos de las aglomeraciones”.
A su vez, detallaba: “Estos pedidos los hicimos por medio de las trabajadoras sociales del CAPS Santa Elena, lo único que se hizo fue la entrega de bolsas de mercadería para esas familias pero la tenían que ir a buscar ellos mismos a la Casa de la Juventud, y también se implementó la vianda que está cocinando el Ejército. También se gestionaba la entrega de medicamentos a los vecinos, ya que se dificulta para salir a buscar los remedios y algunos alimentos especiales para vecinos con enfermedades complejas que necesitan un tratamiento estricto y no se puede suspender todas estas cuestiones, se pudo gestionar hasta que se pudieron acordar los tiempos y formas para cada situación”, mencionaba.
Y sentenciaba una imagen de esperanza: “Para el regreso tenemos ya una actividad que estamos en tratativas con algunas docentes para el encuentro con los chicos”. Y en esas palabras, la mirada a la mañana del mañana. La necesidad de continuar sosteniendo la decisión de los proyectos en ese espacio donde siempre fue encuentro, reunión, aprendizajes, alegrías, acompañamiento…ahí donde ‘el Cachi’ espera por todos, ahí donde cada ladrillo y cada mano de pintura y cada libro de la biblioteca, es un mundo, como es un mundo cada casa, en un mundo barrial que hoy es diferente y difícil, donde un poco con espera y otro poco con acción, se mira por la puerta a la esperanza de un tiempo mejor en el después.