Y puede ser que sea el olorcito que aflora de la cuadra, cada día. Puede ser ese mostrador o la vitrina que ostenta el orgullo hecho de sandwich de miga, esa heladera que custodia las delicias de chocolate y crema. Puede ser esa canasta que amontona las crujientes páginas de esta historia en forma de pan… puede ser esa esquina que ahora remodelada sigue siendo el punto de encuentro de dos calles y su gente, con sus propios almanaques dentro del gran almanaque de la Panadería Lucca, que cuenta con 144 horneados y sabrosos años.
Y su gente. Esa familia que hizo de un oficio su medio de vida económico y que fue y sigue siendo sello de tradición del pan y productos de confitería por entre aquel y este Luján, perdió una parte de sus raíces con el fallecimiento el 30 de mayo de Amilcar Lucca, quien formó parte de la tercera generación. Y que recordamos con algunas sentidas palabras de su sobrina Celeste Menéndez y su prima Raquel Giacoia, que compartimos en estos párrafos de recuerdo.
Pan y trabajo
“Los veo a mis tíos muy jóvenes, allá por los años 60. La panadería fue diversión y encuentro. En la cuadra de trabajo, por entonces de unos 50 metros de largo, se comenzaron a reunir para bailar folklore. Mabel Luján era la profe y formaron ‘La Shulka’ ( La pequeña). Entre zapateos, pañuelos y zarandeos se armaron varias parejas, una la de Amilcar y Betty” decía en sus palabras de historia la profesora Celeste, agregando: “Amilcar compró un combinado en Casa Rampazzi, era bellísimo, un deleite para una familia de melómanos que pasaron del fonógrafo a tal modernidad”.
Y como mirada al amor, manifestaba: “Betty ha sido su esposa, siempre sonriente, calma y sencilla. Sus modales, su carácter suave y firme la integró al familión, al barrio, a la Parroquia y a los clientes”, señalaba en una síntesis con detalles especiales y amorosos de esos pedacitos de la vida de Amilcar, su familia y ese lugar tan querido: la panadería y en especial el espacio de donde florece el oficio: la cuadra.
Y sumaba Celeste recuerdos de Amilcar -gran lector también- que le enviara para esta ocasión de recordatorio y homenaje Raquel Giacoia: “El fútbol de Primera, allá por los años 50, era fundamental ser de River o de Boca. Con pasión, con dolor o con alegrías, con fe, con entusiasmo Amilcar fue de Boca. Sus amigos los Dapur, los Chiurco, el barrio de muchachos se reunía para festejar los triunfos azul y amarillo. Gran festejo!!”, remarcaba Raquel en sus recuerdos que a través de Celeste nos enviaba en forma de palabras escritas.
“Amilcar amasaba pizzas para todos y todos entre gritos y brindis manducaban lindo. Gran pizzero el xeneize”, continuaba diciendo.
Un “golpecito de horno” de esta gran historia
Al celebrarse el 138 aniversario de esta panadería -ya instalada desde 1877 en su actual esquina y trayendo consigo historia de socios y otras direcciones de funcionamiento-, fue declarado este lugar de Lavalle y Mariano Moreno como “Sitio Significativo de la Ciudad de Luján” mediante un Decreto firmado por el entonces intendente Oscar Luciani. Momento que contó con la colocación de una placa que conserva en su quietud, el movimiento de este emprendimiento familiar iniciado allá por 1871 por don Angel Lucca y su reparto de pan, que en 1877 instalara la panadería con cuadra y todo en la dirección actual: Lavalle 598. Allí hubo manos amasando, esas manos de los hijos de Don Ángel, Miguel Nemesio, Pablo, Ángela, Luis Juan, Francisco, Teresa Clara y Ángel.
Y vino otra generación con Yolanda María, Marne Lázaro, Celsa Catalina, Carlos María, Luis Jorge, Amílcar René. Y que por estas cuestiones de almanaques más cercanos, la gente del hoy identifica especialmente a estos tres hermanos: Marne, Luis y Amílcar, que han dejado continuidad en el rubro en hijos y nietos, quienes fueron parte de ese momento especial vivido con la declaración de este lugar como un patrimonio lujanense, dada su extensa y tan ramificada historia.
“…trabajan en ella la tercera, cuarta y quinta generación de su fundador. Don Ángel María Lucca llegó a Luján en 1871 y se dedicó a fabricar y repartir pan casero. El general Bartolomé Mitre, preso en el Cabildo de Luján en 1874, recibía según la voz familiar y relatos históricos, el pan casero de Don Ángel. También los padres de Florentino y Carlos Ameghino fueron sus clientes”, se menciona en el Decreto que continúa con las muchas razones para destacar de esta historia de trabajo que comenzó sin luz eléctrica, con el incansable andar de un burro para accionar una sobadora, entre otros detalles que marcó a cinco generaciones y es parte del contínuo y cambiante almanaque lujanense aún al día de hoy.
Y hoy, Amilcar dejó de escribir el almanaque actual, pero dejó su letra en la historia de Panadería Lucca, ahí donde las cinco generaciones amasaron y amasan la tarea de panaderos, donde ya están eternizados los recuerdos horneados y compartidos por toda una comunidad.