A modo introductorio
Este artículo fue presentado como una contribución al “I Congreso Mundial de Educación 2020” . A continuación exponemos algunas de las primeras implicancias (entre los meses de marzo y julio del 2020) de la virtualización abrupta, compulsiva, forzosa y masiva de la enseñanza superior impuesta por una amplia amalgama de autoridades que componen el tramado del sistema universitario nacional en Argentina.
Se trata de una medida unilateral que fue adoptada en el marco de la emergencia sanitaria y el aislamiento preventivo y obligatorio ante la pandemia del Covid-19. Así, de manera repentina cerca de dos millones de estudiantes universitarios/as y alrededor de 180 mil docentes se encontraron ante una realidad educativa desconocida: una nueva modalidad de enseñanza y el trabajo remoto desde sus domicilios.
Compartimos cinco conclusiones y reflexiones generales
Primero
La pandemia de Coronavirus no sólo desnudó en la mayoría de los países la precariedad de los sistemas de sanitarios, sino que además expuso la fragilidad de los sistemas educativos en el mundo entero. Ante los cierres masivos de las instituciones de enseñanza los gobiernos dispusieron la “continuidad pedagógica” a través de dispositivos tecnológicos virtuales.
Se trata de una extraordinaria ocasión para imponer como política global del régimen capitalista la llamada “educación en línea” y una oportunidad de negocio para la burguesía. Como lo muestra, por ejemplo, la Coalición Mundial para la Educación de la UNESCO que entre sus miembros reúne a gobiernos, las mayores corporaciones empresariales del mundo como Microsoft, Google, Facebook, Zoom, GSMA, sindicatos, fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Sin embargo, a este proyecto global se le opone en primera instancia la propia realidad material. Las estadistas internacionales arrojan datos estremecedores: en todo el mundo la mitad del total de los/as estudiantes que no pueden asistir a la escuela a causa de la pandémica no tienen acceso a una computadora ni a Internet en sus hogares: 1.300 millones estudiantes en todo el mundo dejaron de asistir a las escuelas, más del 72% de la población estudiantil mundial.
Es decir, en este corto tiempo el mayor “logro” de la virtualización en la enseñanza fue profundizar las desigualdades educativas y sociales preexistentes.
Segundo
En Argentina:
Cientos de miles de docentes fueron forzados a desarrollar propuestas de enseñanza retoma. Ello sin contar con los recursos, la formación y ni el tiempo suficiente (así lo muestran por ejemplo las encuestas a docentes de los niveles educativos obligatorios realizadas por los sindicales nacionales CTERA y SADOP). Es decir que esta decisión se tomó desde “arriba hacia abajo” sin que existan protocolos o marcos regulatorios laborales y sin ninguna inversión presupuestaria. Al menos en este país suramericano la improvisación es el denominador común. En tiempos donde cientos de miles de familias trabajadoras sufren las profundas consecuencias de la crisis sanitaria, económica y social, la mayoría de los hogares no se encuentran preparados para afrontar adecuadamente esta nueva realidad educativa.
Tercero
La docencia universitaria argentina:
También este sector de trabajadores/as de la educación fue compelido a realizar nuevas tareas bajo la modalidad del trabajo virtual. Se trata de una transformación de características radicales tanto en materia laboral como académica. Se acentuó la precariedad del trabajo, todo el equipamiento necesario para que se pueda desarrollar el trabajo remoto debió ser solventado económica y materialmente (en su totalidad) por cada docente.
Según la información consultada , durante estos primeros meses (marzo-julio) las nuevas tareas laborales realizadas produjeron en la docencia universitaria y pre-universitaria una mayor alienación e intensificación del trabajo, al tiempo que los propios educadores consideran que se produjo una notoria baja en la “calidad” de la formación de grado y pre-grado.
Además, para un gran segmento de estudiantes la “continuidad pedagógica” por medios virtuales resultó materialmente imposible de sostenerse. Se agravaron así los índices de exclusión de la universidad pública.
Cuarto
Ante esta crítica situación, y en plena cuarentena obligatoria, algunos sindicatos de base (en cada universidad nacional) realizaron asambleas generales de afiliados/as: ADUNLu, AGD-UBA, ADIUNT, COAD, ADIUNPA y ADUNM, entre otros. Producto de estas asambleas se desarrollaron, durante mayo y julio, las primeras huelgas de docentes universitarios/as ante la virtualización forzosa de la enseñanza.
Quinto
Resulta importante introducir esta problemática en una perspectiva productiva y laboral más amplia. El crecimiento del teletrabajo durante la pandemia trajo nuevas dificultades y empeoró las condiciones de trabajo, con mayores exigencias de productividad. Bajo esas condiciones la masificación del teletrabajo se presenta como parte integral de una reforma laboral encubierta de características draconianas. Es decir, una nueva ofensiva de la burguesía sobre el conjunto de la clase trabajadora.
Por último
Estamos convencidos que la salida de la crisis educativa pasa por volcar los recursos del Estado, que hoy se destinan al pago de una deuda externa usuraria e ilegítima y al subsidio del capital, al incremento de los salarios y la formación en servicio de las y los docentes, pasa por el mejoramiento de las condiciones de la población trabajadora que accede al sistema educativo, también desde hace décadas, muy desventajosamente y con enormes limitaciones de acceso sobre todo a la educación superior.
Somos defensores de la presencialidad educativa como hecho pedagógico, social, político y cultural. No lo hacemos como “garantía para la circulación de la fuerza de trabajo”. Por el contrario, el retorno a las aulas debe realizarse preservando la vida y no como (falsamente) “recomienda” la Organización Mundial de la Salud. Se necesita de un incremento substancial de la inversión en educación, infraestructura, equipamiento, transporte, recomposición salarial para docentes y auxiliares, nuevas designaciones de personal, becas, albergues y comedores para estudiantes. En suma, terminar con la precarización, la mercantilización y privatización educativa.
(*) Antonio Rosselló es Docente de la Universidad de Buenos Aires y Patricio Grande es Docente de la Universidad Nacional de Luján
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