El rasgueo en las cuerdas de la guitarra anuncian un encuentro, como clase, como momento de compartir aunque haya algo tan, tan distinto como marca de estos tiempos… el techo no es el del aula que los reúne, sino el del cielo del lugar elegido por la Seño y el de los techos de las casas de sus tantos alumnos que esperan la señal de la música para ponerse a andar en todas y cada una de las aventuras compartidas pantalla de por medio.
Sí, sí aventuras, porque cada clase es un recorrido por lugares conocidos y no, por posibilidades reales y fantásticas, por certezas y por imaginación, con lo que cada uno sabe y lo que cada uno aprende, todo, todo, cargado en una mochila imaginable que guarda cada experiencia como lo mejor vivido en el día, experiencias que son aprendizajes, mochila que no es otra cosa que el alma que se ensancha cuando de educación se trata y guarda, acomoda y hasta desacomoda, claro, lo que tenemos, lo que sumamos, lo que modificamos a lo largo de un andar por la educación a todo sentidos bien despiertos.
Y así, con el pasaporte en los ojos como boleto a la aventura, se abre la pantalla como si pasaran las hojas del libro de cuentos preferido y los personajes se convierten en los mejores amigos, esos que acompañan, muestran, invitan, comparten todo lo que sucede o puede suceder en ese mundo fantástico de la educación, que como ahora no tiene la casita abierta de la escuela, el pase mágico de las Seños, lo hace postal viva ante la carita de asombro que es el mejor motor de impulso para la tan maravillosa vocación del enseñar.
Y Guillermina a pases mágicos, puso escenografía a cielo abierto. Decoró con árboles vivos las escenas. Iluminó el set con el más lindo sol, sacudió vientos para que todo tuviera movimiento y recorrió los suelos de su casa y su jardín como si fueran caminitos hechos ida y vuelta de la mano con sus nenes…los del Jardín de Infantes, que invitados por la propuesta atrapante de la Seño Guille, sacan boleto al recorrido por el cuento, a cada día.
Ella es María Guillermina Moix, la Seño de música. Y está acompañada por “el abuelo”, un cálido y divertido personaje que Claudio Álvarez pone en voz, movimientos y divertidas anécdotas al lado de Guille, para darle a los alumnos una historia nueva cada clase en estos tiempos de Cuarentena.
“Cuando suspendieron las clases por la pandemia; en un principio experimenté muchas emociones desencontradas. Primero sentí un vacío del no saber cómo iba a ir desarrollándose el día a día, la sensación de la espera de lo que se iba decidiendo a nivel institucional. Al correr de las dos primeras semanas ese vacío se transformó en enojo; porque había que resolver situaciones tecnológicas que me superaban ya sea porque el teléfono ya estaba corto de espacio, la cámara de la computadora no me andaba, las plataformas me resultaban extrañas y el tiempo se desdibujaba en horas para lograr lo mínimo. Una sensación de no encontrarle la vuelta y de no estar conforme con lo que estaba haciendo. Realmente estaba enojada”, comenzaba contándonos Guillermina acerca de la sensación y la certeza de todo lo nuevo que se vivió en un principio, en este caso, puntualmente en cuanto a la docencia.
“Creo que fue el duelo de no encontrar lo mismo de siempre. Cada cambio en la vida significa un pequeño duelo a resolver y en mi imaginario éste era mi último año de trabajo y uno planifica la vida como si fuera el titiritero…pero despacio y con el gran apoyo de compañeros y directivos que nos sostuvimos unos a otros, teniendo la suerte de que confiaran en que uno busca dar lo mejor, la cosa empezó a tomar forma”.

Y se abrió el telón
Como si pudiera abrir un telón y se representara una escena y miles, la Seño Guille comenzó a invitar a sus pequeños alumnos del Jardín de Infantes a ser parte de estas aventuras educativas. “Pasados 6 meses nos encontramos con una clase semanal de Nivel Inicial que en este caso es Educación Artística – soy la Seño de Música del Jardín 921 Villa del Parque- que empezó con una clase junto a un estanque en mi casa para celebrar el día de los Jardines de Infantes. Esa mañana me levanté con la firme decisión de armar un grupo cerrado de Facebook para poder transmitir en vivo ya que esto me daba la oportunidad y la herramienta de poder ampliar mi clase que hasta ese momento eran videos de WhatsApp de 1 minuto, ya que las memorias de los celulares de las familias y los nuestros no daban para mucho más”, decía la docente.
Y agregaba: “Yo venía dando clase a través de Facebook para el nivel superior y obtenía buenos resultados, así que ese día me vestí de Hada, armé el grupo y transmití en directo para 1 alumno. Claudio me filmó e intervino en la apertura con su voz. Luego lo compartí en mi perfil personal como saludo a las maestras Jardineras y vi que tuvo mucha respuesta. A la semana siguiente lo volví a hacer. Empecé una secuencia didáctica con el tema del cancionero y la naturaleza. Cuando le conté a Claudio que iba a transmitir desde la huerta, él se ofreció a hacer de espantapájaros, pero yo tenía una canción que mencionaba a un abuelo y le pedí que actuara de abuelo para poder interactuar y desarrollar mejor el contenido. Había una peluca vieja en casa y con una campera, la bufanda, la gorra y los anteojos nació ese personaje. Para esa segunda clase tuvimos 6 alumnos conectados y nos divertimos y nos reímos mucho como en todas las clases hasta hoy; ya que lo único armado que hay es la planificación didáctica que llevo; los diálogos, el libreto es todo espontáneo, no hay ensayo, solo las canciones para poder instrumentar o cantar los dos. Esa espontaneidad es lo que disfrutan chicos y grandes y es lo que a nosotros nos divierte. Lo que en teatro se llama improvisación”.
Y se nota esa vocación del transmitir, esa alegría por el dar y recibir, en ese día y vuelta educativo que aún desde la pantalla, tiene la infinita sensación de la emotividad del hacer lo que se siente hacer.
“Los nenes y nenas empezaron a preguntar por el abuelo. Le contaron a la seño de ellos que habían conocido a ‘mi abuelo’ y nos dimos cuenta que debíamos dejar al abuelo en las clases porque había generado un vínculo emocional que a los niños y sus familias despertaban interés”, manifestaba Guille y añadía detalles como que empezaron a recibir gran cantidad de saludos desde las redes sociales y hasta más de 1.500 reproducciones de los vídeos, seguidos por chicos y adultos.
“Hoy puedo decir que le encontré la vuelta. Ya no estoy enojada. Pero igualmente la clase presencial es insustituible”.

Música para la comunidad
Canciones, naturaleza, anécdotas, el abuelo y su voz gruesa y su mirada buena …un combo especial para darle alegría y aprendizajes a todos.
“La comunidad del Jardín es una comunidad con casos de vulnerabilidad. Las familias no tienen muchas veces los medios para poder desarrollar las tareas. Veo que han realizado un gran esfuerzo y lo siguen haciendo. Se sumaron de a poquito. Pero ahora se sostiene y se recibe respuesta. Creo que hay veces que necesitamos lo evidente para saber si el aprendizaje se realizó (la tarea a realizar) pero por otro lado valoro saber que, aunque no reciba tantos trabajitos la clase está vista por muchos y despertar la curiosidad por saber o aprender mirando y escuchando también son aprendizajes válidos. De hecho, muchos de nosotros lo hemos hecho en este tiempo a través de la virtualidad”, decía.
En esa línea, sumaba: “Lo que se pierde es el manejo de materiales específicos. En mis clases presenciales los niños tocan todos los instrumentos que pueda ofrecerles, cantan conmigo a la par, y eso es algo que no podemos lograr a través de una pantalla, pero se compensa con tratar de llevarlos a nuevos escenarios, presentándoles desde una lombriz a un clarín, haciéndolos reír a la distancia. Esta propuesta fue creada especialmente para este momento que nos toca vivir”, contaba, al tiempo que remarcaba la participación entonces de “el abuelo”, que es Claudio Álvarez en actuación y canto y Julián Álvarez en filmación, mientras que el contenido didáctico está a cargo de Guillermina.
Ay… ay… este abuelo! En las escenas suele verse divertida a la Seño ante las ocurrencias del personaje que ya está a la par en cada clase aportando una cuota de ingenuidad, alegría, asombro y amabilidad…ese abuelo que es Claudio, cantante, bombero, alguien reconocido en la escena artística de Luján.
“Es la primera vez que intervengo en clases. Sí hice algunas cosas en teatro pero nunca imaginé llegar a ser el personaje de un abuelo en mi propia casa para los chicos de un jardín. Me divierto mucho, me gusta lo que hago, me hizo aprender que al dirigirme a los niños lo tengo que hacer desde un lenguaje que ellos no sientan agresivo y cuidar el vocabulario porque detrás de eso hay una institución pública”, nos contaba Claudio.
Y añadía: “Estoy acostumbrado a tratar con público por mi experiencia de cantante en ‘Los Alquimistas’, pero esto es algo muy diferente y soy feliz pudiendo aportar mi granito de arena en estos difíciles momentos que le toca vivir a la educación argentina”, sostenía. Mientras que Guillermina remarcaba el agradecimiento a Julián -hermano de Claudio- por la tarea de filmar cada “episodio”, porque realmente cada clase se transforma en eso… un momento surgido de la realidad, llevado desde la virtualidad al mismo centro emotivo de quienes del otro lado de la pantalla, aprenden.
“También agradezco a mi directora Verónica Mazzolo por darme la libertad, el apoyo y la confianza para poder enseñar y a mis compañeras que me acompañaron en todas las clases. En mis 32 años de docencia y a meses de jubilarme jamás imaginé que la vida me iba a poner esta prueba al final de mi carrera. Es como rendir un examen de todo lo aprendido”. Esa prueba, la Seño la trastocó en oportunidad.
Ese último tramo de la tarea docente, en una ventana abierta a un paisaje verde con sonidos que cantan y palabras que ponen dibujos de sonrisas en la cara de los chicos. Este tiempo de Pandemia que el alma docente pudo armar como aula a cielo abierto, iluminada por el sol diario que dice en cada guiño amarillo que a la educación, cuando hay alas de “Seños”, no la detiene… nada.