Y no olvidarse de la dosis necesaria de Payamédicos. Ahí donde las caras se alargan como las horas sin sol, ahí donde los brazos se detienen pegaditos al cuerpo porque no hay qué hacer y hasta la piel pesa. Ahí donde los instantes se diluyen en los parpadeos como si constantemente se descolgaran los cuadros de los buenos momentos en esas paredes de la memoria. Ahí donde el abrazo haya dejado el hueco más increíblemente vacío… no olvidarse de Payamédicos.
Sacarlos a relucir por los pasillos, porque ellos hacen relucir hasta los pasillos. Ponerles el cartel de bienvenida en cada puerta, porque ellos construyen esas puertas que nunca se cierran. Apretujarlos en miradas –si es que aún no se puede el apretujón de brazos- y hacerlos destellar con chiflido de risas, porque son esa poción mágica envasada en un cuerpo de persona, que ante el contacto con los corazones que sufren, liberan los colores hechos risas y palabras.
No olvidarse de Payamédicos… no olvidarse de tener en cuenta cuando se organiza el camino hacia el estar mejor, el poder buscar en la estantería del alma, ese pedacito de esperanza colorida que ponga a andar un tiempo que sea tan mágico como cierto, acaso el “tratamiento” que Payamédicos propone y que se vivencia cuando de un lado y del otro el encuentro se moldea al medio como un mundo hecho día, así, ese día cuando los Payamédicos aparecen.
Y en un año con las complicaciones de los abrazos –por sintetizar todas las demás complicaciones-, esta actividad pudo también sumarse a la virtualidad para continuar su tarea esencial: llevar alegría aún en las historias tristes.
Así que el Hospital local, el Hogar Granja Padre Varela y el domicilio particular donde hacen sus intervenciones coloridas, quedaron del otro lado de la pantalla pero las transmisiones tuvieron la magia intacta.
Modificada manera, la misma tarea
Llegada la cuarentena, los Payamédicos tuvieron que reinventar sus estrategias y adecuarse a los requisitos de la distancia social. Para conocer cómo funcionaron, y también para conocer un poco más acerca de la organización que vienen teniendo desde hace varios años en nuestra ciudad, dialogamos con Julia Fernández, parte del grupo lujanense de esta organización sin fines de lucro a nivel nacional, creada por el Dr. José Pellucchi en el año 2002.
“Obviamente nosotros somos personas comunes, que tenemos nuestras actividades, nuestras familias, nuestras profesiones, nuestros trabajos y en nuestro tiempo libre cada uno desde su lugarcito, desde su sentir, realiza esta actividad que es totalmente ad honorem. Nosotros no estamos involucrados en ningún momento con el tema de dinero, no cobramos, no recibimos ningún tipo de donaciones, todo sale de nuestros bolsillos ya sea cuando realizamos los cursos o para el vestuario. Nuestra labor siempre está para brindar una mejor calidad al paciente hospitalario, ya sea de un geriátrico o en domicilio, siempre es para su bienestar o su mejoría”, nos contaba Julia en la voz de sus tantos pares que en nuestra ciudad conforman este grupo.
“Acá en Lujan somos un grupo bastante numeroso, tenemos dispositivos que es donde nos desempeñamos: El Hospital, el Hogar de Ancianos Padre Varela y actualmente un domicilio, que es una persona que dada su patología no se puede mover, solo pestañear. Así que actualmente son estos tres dispositivos. Y como Payamédicos tenemos una reglamentación y un lineamiento que tenemos que respetar. Dentro de esa reglamentación, los Payamédicos en su vestimenta respetan una paleta de colores que son llamativos, alegres, todo está cuidado para que no representen ninguna enfermedad, ni costuras que se asemejen a una sutura y un montón de cosas que se respetan porque cuando vamos a ver a los pacientes tenemos que respetar todo eso”, sostenía, al tiempo que aclaraba esos detalles tan, tan tenidos en cuenta.
Y nos relataba la organización, lógicamente, antes de la Pandemia: “Cada dispositivo tiene sus días y horarios. En el Hospital estamos los viernes de 18 a 22. En el geriátrico los jueves por la mañana -de 10 a 12- y el domicilio los días miércoles. Y también cada dispositivo tiene su manera de funcionar para que la tarea que realizamos salga lo mejor que uno pueda brindar. Por ejemplo en el Hospital tenemos asignado un lugar, llegamos con nuestras pertenencias, hacemos una reunión previa para saber cómo estamos, dialogamos, tratamos de empatizar unos con otros, en esa previa compartimos un té, un mate, galletitas y luego de eso salimos a averiguar al office del hospital haciendo un relevamiento de cada carpeta de cada paciente así antes de salir a hacer las intervenciones ya sabemos qué enfermedades tienen, si están acompañados, si tienen una enfermedad terminal. Básicamente, sabemos por qué están en el Hospital. En el geriátrico no es lo mismo porque ahí siempre son los mismos abuelos, entonces nos familiarizamos con ellos y sus historias, ellos nos esperan jueves tras jueves, al igual que cuando vamos al domicilio cada miércoles, les brindamos alegría y terminamos formando parte de la familia. Eso es muy gratificante. Muchas personas piensan que nosotros brindamos mucho, pero para nosotros lo que recibimos es mucho. Damos un granito y recibimos eso multiplicado”, decía con la emotividad en la voz Julia. Emotividad también esencial: nada, pero absolutamente nada de esto se podría lograr si ahí, ellos, bajo ese colorido vestuario, no tuvieran el corazón viéndolo todo.
“No todas las situaciones son fáciles ni tampoco es fácil nuestra labor, porque somos personas, sentimos y a veces en determinadas situaciones uno se siente muy vulnerable, pero tratamos de dar lo mejor. Puedo asegurar que en cada intervención, cuando nosotros entramos a la habitación nos encontramos con un paciente y cuando nos retiramos ese paciente está en un estado totalmente diferente. Yo podría relatar al igual que todos mis compañeros historias que nos siguen poniendo la piel de gallina por lo que se produce en una habitación. Desde llegar y ver al paciente acostado, desanimado y cuando nos vamos está sentado y con una actitud alegre …con esa sonrisa que uno le trata de provocar”, detallaba.
Pandemia…
Y llegó el tiempo diferente. Y ellos, a capa y espada que abre caminitos de colores en el alma, salieron a darle batalla a la distancia y pudieron como mágicos que son, acercar tiempo y espacio desde las pantallas.
“Desde la cúpula de Payamédicos nos bajaron el lineamiento de que no se podían hacer las intervenciones presenciales, sino a través de manera virtual. Eso fue un impacto. La realidad es que de un momento a otro tuvimos que dejar de ir a los dispositivos de manera presencial, se buscaron formas para poder mantener el vínculo, pero fue muy difícil llegar al ´produciente´ del Hospital, la realidad es que tratamos de adaptarnos y a través de la página de Facebook empezamos a hacer llegar adivinanzas, juegos… así que cantamos, hacemos Zoom para estar presentes, de la misma manera con el dispositivo domiciliario para mantener el vínculo como así mismo con el geriátrico. Ellos estaban muy acostumbrados a nuestra presencia, pero tratamos de estar presentes desde videos, mandando saludos. Pero claro… no es lo mismo que estar ahí”.
Y en esa construcción de lo mismo, pero con la situación diferente, Julia nos contaba: “Las caricias y los abrazos desde Payamédicos fueron siempre de una manera diferente. Una sonrisa, un abrazo al alma. La pandemia nos invitó a ser más creativos a la hora de saludar, tener la posibilidad de crear un montón de saludos con los que uno puede jugar como Payas. La verdad es que se extraña mucho el contacto visual, el estar presente, ese calorcito que generaba la intervención, ya sea en cada habitación, en cada pasillo, en cada mamá, en cada papá, en cada acompañante de las personas internadas, eso se extraña un montón, pero por el momento no podemos hacer las intervenciones de manera presencial así que seguimos realizándolas de manera virtual y ante cualquier convocatoria para eventos solidarios estamos presentes ya sea con videos, con fotos, con saludos, en encuentros de Zoom, de la manera que nos propongan, para ayudar nosotros estamos presentes”.
Ahí, aunque dentro de un traje de locos colores, ahí, sintiendo las pieles aunque estén con guantes, poniendo miradas detrás de grandes y estrafalarios anteojos, a todo latido verdadero…
“Nosotros tratamos de preservar nuestra identidad porque no buscamos el reconocimiento como personas individuales, sino de lo que cada uno trata de brindar ese amor que tenemos para el bienestar de los que están sufriendo o padecen situaciones tristes. Cuando nos ponemos los trajes.. .es imposible explicar lo que sentimos cuando la gente nos ve… la sonrisa que nos dan, el agradecimiento que nos manifiestan por lo que hacemos… ´gracias por lo que hacen, gracias por lo que brindan´. A veces se nos pone la piel de gallina de las cosas que nos dicen, es tanto el amor que recibimos que emociona mucho, mucho. Pero no buscamos ese reconocimiento como personas y justamente tratamos que eso no suceda porque perdemos la magia, el ´Doctor´ o Payamédico cuando va a hacer sus intervenciones tiene una edad lúdica de un niño de 7, 8, 9 o 10 años, que juega, canta, no tiene vergüenza”.
Para los voluntarios que desean sumarse a la actividad, se remarca que se deben cumplimentar dos cursos: Paya Teatralidad y Paya Medicina. Y para informes e inscripciones, ingresar en: Payamedicina. [email protected]
“Luego que la persona tiene esos dos cursos hechos, se realiza una residencia para que el Payamédico se adapte a cada dispositivo, experimente, siempre es acompañado por un Payamédico experto, para acompañarlo” señalaba Julia que aclaraba que dada la Pandemia, los cursos se realizan de manera virtual.
“Por cada uno que pudiera contar montonazos de historias y vivencias, es por lo que sentimos que esto que hacemos creemos que es lo más maravilloso del mundo. Es muy gratificante, llena mucho el corazón cada vez que uno brinda un poquito del amor que trae”.
Volverán a los pasillos del Hospital, a las salas, a la vereda. Volverán al Hogar Granja para que las mañanas de los jueves tengan hasta el sonido de la risa de la arboleda del lugar. Estarán otra vez en casa de esa persona que parpadea en colores desde que los miércoles ellos están allí. Volverán por el abrazo apretujado que no perdieron, sino que están guardando –uno a uno- para que cuando se pueda… Ah… cuando se pueda, ¡qué desparramo de colores habrá en cada abrazo! Porque ellos nunca se fueron, porque lo esencial es visible en colores. Porque cuando se planea, organiza, se trata y se decide una mejoría… a no olvidarse de Payamédicos y su camino de sonrisas.