Se caería el mundo si la humanidad se olvidara de construir, a cada gesto, el arte que solidifica ese sostén para los días? Se iría de lado, agobiado, escondido en algún ángulo imaginario del universo, pestañeando estrellas para conseguir chasquidos parecidos a esa música que hubiera podido perder si es que la humanidad dejara de… pero no lo ha dejado de hacer.

La humanidad no ha cerrado para siempre la partitura de los días por eso el mundo, recibe ese sostén a diario y sale, por el universo, a poner el mejor ritmo de la música.

Y así, construida a diario, la música se propaga, hecha por aquellos que la gestan y sacan y comparten. Así, Juan Bautista Ausqui acaba de compartir y dejar su música para que nos lleguen los mejores días desde “Inflorescencia”, su primer material discográfico que presentó el 12 de agosto en el Teatro Municipal.

Dale música al mundo

A sus 17 compuso las canciones del disco. Y ahora, con sus 18, ya lo grabó y presentó. Y no es una improvisación de sus pocos años, acá hay un camino de preparación que viene de aquellos días de escuela primaria.

“Era un día común de clases de música, cuando llega mi primera profesora, Carolina Bonillo -la cual admiro y aprecio actualmente-, con un charango a mostrar el instrumento, tocando un par de temas que me volaron la cabeza, claramente. En ese momento algo literalmente se despertó en mí, como si todo se detuviera y lo único sonando en mi cabeza sea ese instrumento, que fue el primero el cual me llevó a mis clases particulares”, cuenta Juan Bautista con el reflejo aún de esos primeros tiempos del que hoy es el actual tiempo de música, donde pone su sentir y sentido.

“Creo en la composición como un método de catarsis, un método de expresar lo que el inconsciente no puede, como un plus dentro de una terapia. Desde chico compongo e intento contar una historia detrás de acordes y letras, como una forma para que el lenguaje llegue a lugares donde solo no puede, intensificando conjunto a la música”.

Y ese camino viene apuntalado desde una formación de su alma inquieta, creciendo: “Seguramente mis estudios predominan, sí, gracias a mi alma inquieta, que fue lo que me llevó a comenzar el proceso de aprendizaje de cinco instrumentos a los 7 años, para luego arrancar canto y así continuar mis estudios teóricos a medida que crecía y las responsabilidades del conocimiento iban llegando. Estudié clarinete, charango, batería, guitarra y piano como mi instrumento actual, en el cual continúo mis estudios. Desde chico iba a espacios culturales, los cuales me ayudaron a entender el mundo del arte y los artistas. Por eso vivía viendo escenarios -pero bastante miedoso al reflector si tengo que confesar- y además me instruí en armonía de jazz y composición. Creo que gran parte de lo severo que es el estudio musical teórico, es lo que me dio herramientas para poder traducir luego mis sentimientos. Pero no dejo de agradecerle a mi inquietud e hiperactividad, la cual me ayudó a realizar lo que más amo”.

Con un apasionamiento por el jazz, metal progresivo y rock y su gusto también por escuchar pop, asegura que es el jazz el género que lo conecta definitivamente a otro mundo, tal cual él mismo lo expresa: “Como si estuviera conectado con la voz de Esperanza Spalding y nada más”, dice y prepara su uniforme para irse al Colegio Montessori, del cual es alumno de esta Promoción 2021.

Florecer en música

 

El joven músico gira y trae ritmos variados, composiciones propias con influencias de tango, blues. Aunque define como pop el entramado de “Inflorescencia”.

“En otras composiciones que vendrán en próximos discos, quiero implementar géneros que incluirán hasta fusionados con landó peruano. Cada género transmite una historia distinta. Pero hoy tengo ‘Inflorescencia’ que es mi pequeño hijo. La inflorescencia es la disposición de las flores sobre las ramas, por lo tanto la flor es el disco y cada pétalo una canción. Se gestó el 11 de agosto de 2020, en plena pandemia. En realidad la raíz de todo comenzó meses antes, que comencé a componer sin el propósito de alguna colección. Hasta que un día le mandé mi primer canción, ‘Perspectivas de un vinilo’, a mi productor y amigo Leandro Pizzurno, y él responde: ‘Boludo hay que grabar eso’. Así empezó un hermoso camino en el cual el amor y la felicidad predominaban. Grabamos ese tema, luego fuimos avanzando, tanto yo con mis composiciones como juntos con la producción”.

Ya con un Ausqui dibujado en ‘Auskee’ como lindo ribete artístico de nombre, se sumaron a la propuesta músicos como Lucas Avellina en baterías tracks 1, 2, 3, 6; Emiliano Bourlot en baterías track 5; Tomás Martínez en saxofón en track 2; Matías Romero en cuerdas en track 4; Manuel Momo Bertoni en bandoneón en track 6. Y como productor, guitarras, bajos, arreglos y mezcla Leandro Pizzurno, contando con la voz femenina en track 3 de Julieta Umezawa, también coach vocal. Y en el track 4 la voz de Agustina Méndez, completando con César Silva, mastering.

“Los 6 temas cuentan una historia distinta, que no me gusta darles significados. Yo que creo que lo más valorable del arte es poder aferrarse a él con la historia que queremos darle. Si bien yo tuve un propósito para ‘Suspiros’, ‘Claveles’, ‘Perspectivas de un vinilo’, ‘Escenarios’, ‘El Marchitar’ y ‘Sinfonía del Soñar’, quiero que cada oyente pueda llevarlos a su propia anécdota”, menciona Juan Bautista.

Y seguro aún con la emotividad viva de la escena en la presentación, asegura: “Fue la experiencia más hermosa vivida. Era yo, mi hermoso equipo de grandes músicos y más de 130 personas bancando, aplaudiendo y llenándome de amor infinito ¿Qué más puedo pedir? No voy a mentir: al principio tenía miedo, tenía miedo de defraudar, de decepcionar. Era una gran responsabilidad llevar a cabo un show por primera vez. Pero sobran las palabras para agradecer lo bien que me sentí en ese momento. Estaba plenamente feliz”.

Y el show fue un gran show que contó con Leandro Pizzurno en bajo y dirección musical, Santiago Bertoni en piano, Manuel Scarnatto en guitarra, Emiliano Bourlot en batería, Juan Zabalza y Agustín Rivera en sonido y Julia Basilis en fotografía.

Y no importó el atril que no pudo sostener esa organización de papeles y puso desorden sobre las tablas, porque fue y es anécdota de este camino que tiene un objetivo concreto: “Quiero transmitir una historia, como mencioné, que el oyente se apodere de la música, que la convierta en su propia historia para poder transmitir lo que las palabras solas no puedan. Además de llenar ese espacio que solo el arte pueda llenar, y vivir cantando siempre para poder inundar a las almas de momentos”, remarca Ausqui.

18 tiene. Y tiene “Inflorescencia” como un engranaje para sostener el mundo. Un mundo que no se cae, porque entre todo y tanto hay música, esta música.