Manos en la vida. Ahí las han puesto. A plena vida. Y desde ellas, la vida continúa, reverdece, crece, se sustenta a todo aire, a toda tierra, en ese mundo pequeño de una maceta pero que puede contener uno y mil días de naturaleza.
Ahí, entonces, con las manos en la vida, los concurrentes del Centro de Día “María Generosa Queca Galán”, con sede en la calle Santa Fe del barrio Villa del Parque, están inmersos en una actividad que moldean con mucha paciencia, voluntad, dedicación y alegría: macetas con suculentas.
Y lógico, ya están a pleno vendiéndose en el Taller Protegido San Juan XXIII, ubicado en Lavalle 674, porque es tan necesario el ingreso económico de estas dos instituciones ‘hermanas’ que comparten operarios como Comisión Directiva y, ante todo, el mismo amor por ser parte de la inmensa posibilidad de cada persona de poder ser y hacer.
“El Centro de Día cuenta con varios talleres que se entrecruzan en la elaboración de las macetas que han salido a la venta, hay un Taller de Huerta y Jardinería, un Taller de Reciclaje y un Taller de Actividades Prelaborales. Desde el año 2019 se ha trabajado tanto en la realización de macetas de cemento como con productos reciclados, envases de shampoo, frascos, envases de helado, así como también en la reproducción y el mantenimiento de suculentas. El trabajo estaba orientado sobre todo a fines decorativos dentro de la institución”, relataban a LUJANHOY Marina Chervinsky, directora del Centro, junto a la orientadora Agustina Mela y la auxiliar Claudia Müller, ambas a cargo de los talleres mencionados.
Y acerca de esta actividad, destacaban el aspecto ecológico que también es tenido en cuenta: “Este año le agregamos la utilización de nuevos elementos reciclados para la realización de las macetas como son la yerba -estas todavía no salieron a la venta, pero las tenemos hechas- y las de aserrín. También comenzamos desde principio de año la elaboración de nuestra propia compostera de la cual sacamos la tierra para las macetas”.
En un procedimiento de elaboración completamente a cargo de los asistentes, las manos ejecutan todo aquello que crean y organizan para el mejor resultado.
“Ellos están implicados en todo el proceso tanto de la elaboración de las macetas como en la reproducción y el cuidado de las suculentas. Cuentan con el apoyo de la orientadora y la auxiliar que acompañan y orientan en cada paso del proceso. Nuestro objetivo es que los concurrentes logren obtener la mayor autonomía posible en sus actividades”, contaban.
Todos ante la tarea
Luego de la etapa que se vivió de restricciones debido a la cuarentena por la pandemia de coronavirus, el regreso los encontró a la par, con el día a día abierto a una tarea realizada entre todos.
“Comenzamos a trabajar en las macetas que han salido a la venta a partir de la vuelta a la presencialidad, al principio con pocos concurrentes hasta llegar al día de hoy donde todos están asistiendo y formando parte de este equipo de trabajo. El camino hacia el producto listo para la venta tiene diferentes pasos y procesos, buscamos estandarizar etapas de producción con la finalidad de que los concurrentes ganen autonomía en todo el proceso”, señalaban.
Y en esa línea, destacaba precisamente ese andar para llegar al producto final: “Se comienza con el trabajo de la tierra y el reciclaje, la división de materia orgánica, la cual va a la compostera elaborada por ellos y delimitada con ecobotellas. Después está la reproducción y cuidado de las suculentas, donde se van monitoreando de manera diaria. Luego la confección de las macetas, las cuales una vez terminadas se completan con el trasplante de las suculentas. Por último, la terminación final con la etiqueta y se eligen las que son enviadas a la venta. En toda la elaboración del producto terminado intervienen las personas con discapacidad, dependiente del nivel de dificultad de la tarea y las necesidades es el apoyo que se les brinda”.
Crean, construyen, respetando al medio ambiente, aportando ese necesario mensaje ecológico que nos permita a todos, sostenernos en un mundo un poco más limpio y sano…eso hacen ellos, trabajan en contacto respetuoso con ese pedacito importante de la naturaleza como son las plantas y como porciones de vida, ofrecen el resultado de ese trabajo.
“Es una actividad en la que disfrutan cada paso de su elaboración y se toman con mucha responsabilidad su trabajo. Pueden apreciar todo el recorrido hasta el producto final, el trabajo con la tierra, el cuidado de las plantas y la maceta finalizada con todos sus detalles, la cual miran con orgullo al ver un producto de buena calidad que no solo puede salir a la venta, sino que estará en la casa de quien lo compre”, expresaban desde el Centro.
Y ponían en palabras eso que tiene sonido de latido a pleno pecho: “Desde el equipo sentimos la satisfacción por la tarea realizada y el orgullo de ver a los concurrentes implicados en la tarea, responsabilizándose por la calidad de producto, cuidando cada paso del proceso. La puesta en valor de las actividades realizadas por las personas con discapacidad, que más allá de tener objetivos terapéuticos y de inclusión pone de relieve su capacidad y esfuerzo de trabajo”.
A su vez, remarcaban: “Nuestra meta es que los clientes habituales del Taller Protegido y aquellos nuevos que se acercan, puedan encontrar un producto nuevo, de buena calidad que pueda servir para el hogar de las personas o incluso para regalar. Queremos brindar a la gente opciones que integren la inclusión, el cuidado del medio ambiente, el contacto con la naturaleza y producto bien realizado competitivo en el mercado”.
Cabe mencionar también que los asistentes trabajan a su vez en otra línea de productos con la consigna del reciclaje de botellas y frascos de mermelada, desde el taller a cargo de la Orientadora Clara Hormaechea.
La posibilidad de tanto
Cierran las manos y apretujan sueños. Las abren y los comparten. Y en ese abrir y cerrar manos, encuentran esa real sensación de objetivo cumplido y de todo lo que puede ser, siempre en el intento de algo más y mucho más, porque cuando todo se apuntala con inclusión, las posibilidades tienen una característica determinante: son infinitas.
“El Centro de Día cuenta con diferentes áreas terapéuticas como musicoterapia, psicología, arte, educación física y con un repertorio de talleres que abarcan actividades relacionadas al reciclaje y al cuidado del medio ambiente, taller de ‘Actividades de la Vida Diaria’ que apuntan al refuerzo de la autonomía en las actividades de la vida cotidiana, taller de cocina, talleres que apuntan a la estimulación cognitiva, la orientación y la planificación, talleres que apuntan a la expresión como corto-debate y habilidades sociales y talleres que apuntan a las actividades recreativas y de inclusión. Además del taller prelaboral donde se están elaborando las macetas que han salido a la venta. El eje transversal que atraviesa todas las actividades es la estimulación cognitiva desde diferentes áreas, la exploración de intereses, el refuerzo de la autoestima y la autodeterminación, y construir en el Centro de Día un lugar de pertenencia donde las personas se sientan valoradas, contenidas y seguras para aprender”, sostenía desde sus palabras Marina, la directora del Centro, con la dedicación en cada trazo y sonido de letras que describían el funcionamiento de un lugar tan especial y necesario como lo es cada uno de sus asistentes, protagonistas del hoy del sueño de antes de María Generosa ‘Queca’ Galán, que supo de la necesidad de un espacio activo para el día y los días vividos a pleno.
Y hoy, el Centro de Día, con mucho simbolismo puesto en una actividad que tiene primavera sembrada desde las manos, crea y ofrece macetas con suculentas, para reverdecer siempre en la esperanza de un mejor tiempo hecho así… con las manos en la vida.