Ya es ese lugar querido por muchos, muchos. Ya es la actividad esperada, ya es el signo del realmente ver al otro y apaciguar las penas, las necesidades, las urgencias. Ya es un espacio que hay que proteger y hacerlo crecer. Ya es el Merendero un tiempo de encuentro que nadie se quiere perder.

El barrio Villa del Parque lo vio nacer desde el sueño y empuje de Alejandra Eugui y familia. Y ahora también el barrio ve cómo se proyecta y trabaja para el gran logro: tener un espacio cubierto donde compartir la merienda.

En eso están. Y necesitan materiales como: una bolsa de cemento, un cuarto de arena, 50 ladrillos huecos de 12x18x33, una bolsa de clavos de 3”, zinguería para la carga, remaches o clavos de acero y un rollo de aislante de un centímetros de doble aluminio, todo para la edificación ubicada en Corrientes 2.188.

Familia y solidaridad

Con la ayuda constante de su familia, Alejandra sostiene la actividad solidaria. “Siempre mi familia es la que se pone manos a la obra, siempre está, me apoya, me ayuda, ellos saben que es mi sueño y le dan con todo. En este caso el fin de semana pasado estuvo mi papá -que está operado de las caderas hace 7 meses- con mi marido colocando los tirantes, los amuraron y colocaron la canaleta de 7 metros que fue donada por una zinguería de Mercedes. Ahora la idea es poder techar, estamos a la espera de poder conseguir esos materiales o el dinero para poder comprarlos”, decía la referente del espacio solidario.

Y destacaba las significativas donaciones de una puerta desde el grupo “Donaciones de corazón”, otra puerta y una ventana por parte de Claudia Galesio y su esposo y también desde Desarrollo Social del Municipio la colaboración de chapas para poder cerrar la construcción destinada a que los encuentros sean más cómodos y, en este invierno, abrigados para la gran parte de la niñez del barrio que allí converge.
“Los últimos meses ha crecido la cantidad de chicos que vienen al merendero, tenemos entre 87 y 90 chicos pero no tengo más porque no puedo seguir anotando, tengo hasta gente en lista de espera, pero sinceramente no los anoto porque hoy por hoy las donaciones son muy pocas y me estoy manejando con la organización de ‘tapaditas’ para juntar algo de plata y con eso comprar para las meriendas, no quiero agregar gente y luego tener que decirles que no llego con lo que les damos y mucho menos sacar gente que ya tengo desde hace tiempo para darle a otros, eso es muy triste, sinceramente si sigo anotando tendría arriba de 100 chicos, porque está todo muy difícil, muy complicado, las familias me piden un kilo de azúcar, un paquete de arroz, una botella de aceite, siempre llegan esos pedidos y tratamos de ayudar con lo que podemos y tenemos” remarcaba Alejandra, que siempre tiene un lugar preferencial por entre sus palabras para el agradecimiento.

“A la comunidad le digo gracias, infinitas gracias, de todo corazón. Siempre se lo digo a cada persona cuando trae algo, que si no fuera por ellos que colaboran porque ven la difusión de este Merendero, yo no podría seguir, sin la ayuda de la comunidad no podría, así que estoy re agradecida. Esto lo hago con mucho compromiso y amor pero si no tuviera esa ayuda, sola, no puedo”.

Y contaba acerca de los diferentes gastos que también afronta de manera particular, ante urgencias, ante el retiro de donaciones trasladándose en colectivo o remís, entre otros gastos de lo que no se queja, pero que existen.

“Sigo adelante con toda mi fuerza y con toda la fe que muy pronto va a estar el salón techado y con las aberturas, pero eso no para ahí: luego faltará el tema de la luz, que hay que comprar los cables y son carísimos, otra térmica, revoques y un montón de cosas más”, manifestaba y seguramente la tarde se le hacía calidez de merienda, paquetito de galletitas, manos buscando el regalo solidario para alimentarse y disfrutar de una entera hecha a todo amor.

Al número (2323) 674892 se puede contactar toda aquella persona que tenga algunos de los materiales necesarios para la construcción y pueda donarlos.
Será parte de la historia de un lugar que a pleno barrio ofrece una taza de leche, pero sobre todo, repleta de amor.