“Un sol para los chicos” como frase, título y sentimiento. Como acción. Ese sol que es para toda la familia. Ese momento cuando el tesoro que es la mercadería, llega de manos a manos con el condimento más necesario para la más rica comida compartida en casa, ese condimento que mueve toda acción solidaria: el corazón.

No habría organización, sin corazón. No habría decisión de reclamo justo, de pensar y re pensar mil veces cómo ayudar mejor, cómo sostener también esa ayuda cuando se trata de la necesidad básica que es alimentarse. No habría nada o habría poco, sin corazón. Porque ahí está, en esa mirada y esa tarea solidaria de Jésica Galarza y su gente que en el barrio Lanusse ofrece alimento y encuentro, desde el espacio “Un sol para los chicos” que contempla, abriga, ilumina y alivia a esos chicos y sus familias, las 150 que reciben esa solidaridad desde esta tarea que lleva más de siete años y que coordina Jésica.

“Todo comenzó un día cuando justo abro la puerta de mi casa y había pasado una señora a la que se le había caído un paquete de masitas y bueno, ahí estaban dos nenes comiéndolas del piso. Desde ahí arranca la iniciativa, con mi marido, mi hija y mi hijo. Luego se empiezan a sumar las mismas mamás que venían al comedor, porque ellas decían que se querían ganar lo que se les daba. Empezamos con 30 familias”, nos contaba la anfitriona de esta actividad, ya que desde su mismo domicilio realiza las entregas que previamente son organizadas con la solidaridad y colaboración de quienes suman su accionar.

“Se fue sosteniendo gracias a la solidaridad de la gente que nos traían un jugo, un paquete de algo y todo sumaba, todo servía, como hasta el día de hoy, así nos traigan medio sobrecito de jugo, sirve”, decía para detallar: “Hoy ya tenemos 150 familias, incluyendo 40 abuelos y también gente con diferentes discapacidades, y no solamente es gente del barrio Lanusse sino de barrios como Parque Lasa, San Bernardo, del Ameghino y varios de esos lugares son abuelos, a los que cuando ya tenemos la mercadería salimos a repartir esa ayuda hasta sus casas. Este mes no pudimos salir a hacer esas entregas, sino que tuvieron que venir ellos porque nos pasa también que se nos rompe la moto que usamos para repartir, o no tenemos la plata para la nafta, o sea, complicaciones”.

Para el vivir

En ese vivir está incluida esa necesidad también de la escucha. Del verse. Del saberse cerca aunque todos estén pasando por la misma difícil situación económica. Pero ese sol de esta acción solidaria está siempre listo para ponerle algo o mucha luz a los momentos tristes.

“El comedor no es solamente el venir a buscar un plato de comida, sino una escapatoria para salir de la casa pidiendo ayuda. Tenemos gente con problemas de violencia de género, problemas familiares diversos, así que muchas veces es más la contención que la comida, vienen a buscar esa ayuda. Y también en las otras urgencias, por ejemplo pasa algo, se prende fuego una casa y enseguida te llaman primero y después a la asistencia social, porque nosotros somos los primeros que salimos a ayudar, empezamos con organizar esa ayuda, pedimos por todos lados y la gente solidariamente colabora”, señalaba Jésica que sabe por experiencia cotidiana que el corazón se resquebraja mil veces ante una y tantas historias.

“Sentimentalmente a veces respiramos profundo, termina el día y nos largamos a llorar, porque tantas veces pensamos en cómo estamos y hay gente que está peor. Nos pasó con una abuela, saliendo de la Pandemia -que trajo más pobreza todavía- que me dijo ‘yo esto lo pasé de chica y no creí que lo iba a pasar ahora de grande’, porque comía una sola vez al día o pasaba un día que no comía. Con otra abuela pasó que vino desde el barrio Ameghino y la imagen me rompió y pensaba qué hago? me la traigo a vivir conmigo? Un millón de sensaciones, de pensar cómo ayudarla”, decía con la misma voz que es latido al medio del pecho. Ese pecho que concentra las tristezas de otros que se hacen propias y las necesidades que se hacen rebusque de soluciones.

“Por más que el Municipio nos de mercadería, no alcanza, porque darle un paquete de fideos a la gente y una lata de tomate, no alcanza, nos mandan por ejemplo 4 cajas de aceite pero son 150 familias. Así que lo que juntamos, lo entregamos en base a las necesidades de cada familia , que tienen en su mayoría más de 4 hijos: tienen cinco, seis, siete, entonces hay muchas necesidades. Por suerte también hay mucha gente joven que ayuda, chicos de escuelas que organizan campañas o eventos pidiendo un alimento no perecedero, eso para nosotros es muchísimo”, explicaba.

Y en esas palabras el agradecimiento infinito a quienes organizan sus tiempos y le dan concreción a propuestas de solidaridad para ayudar a esta gente que ayuda desde “Un sol para los chicos”, ayuda que también puede ser con ropa para las ferias del usado que organizan, mediante las cuales recaudan un cierto dinero para afrontar diversos puntos a tener en cuenta.

“En las ferias vendemos ropa por 100 o 200 pesos y con eso compramos lo que nos falte para las entregas, si no hay leche o yerba o lo que sea que falte, se compra con esa plata en los mayoristas, así tenemos un menor costo”, detallaba Jésica que concentra ganas, amor y tiempo junto a su gente solidaria teniendo como punto de concentración su domicilio, ubicado en la calle San Vicente entre Monte Carballo y Ciudadela.

“Ahí todos los meses llega la mercadería y tratamos de poner un día de entrega así nos organizamos mejor. Pero también hacemos otras actividades. Por ejemplo, el año pasado organizamos el Día del Niño en el Polideportivo. Para eso, por ejemplo, pedimos donaciones de juguetes o hacemos rifas para juntar plata y comprar esos juguetes. Gracias a Dios hay mucha gente que ya me conoce y nos ayuda”, recordaba.

Y esa gente que la conoce y ayuda como aquellos que quieren sumarse a esa colaboración, pueden contactarse al teléfono (2323) 221247, porque ahí hay gente que recibe ayuda y la reparte por entre quienes tienen menos y necesitan mucho.

“Con todo lo que nos puedan ayudar, bienvenido sea. Una mesa rota, la arreglamos, una silla rota, se acomoda y se la damos a quien la necesita. Todo nos sirve”.

Proyectando

Tal como el año pasado, proyectan celebrar un día especial: el día del niño. “El año pasado lo organizamos en el Polideportivo, para eso por ejemplo pedimos donaciones de juguetes o hacemos rifas para juntar plata y comprar esos juguetes. Gracias a Dios hay mucha gente que ya me conoce y nos ayuda”, manifestaba Jésica esperanzada en conseguir donaciones de golosinas o juguetes para que, además, de un día del que se lleven el abrazo y el beso, la música y el encuentro, también puedan sostener la alegría material de un regalo. Pero además y porque son muchas las actividades que hacen y otras muchas más que quieren hacer, es que también proyectan tener algún día, un espacio cerrado para reunirse desde lo solidario, lo educativo, lo recreativo.

“La idea es poder tener un lugar así sea en mi casa -ahí necesitaríamos cuatro postes y unas chapas-, pero en realidad estamos necesitando un espacio más grande para poder hacer las muchas actividades que tenemos, porque por ejemplo arrancamos con Talleres que los vamos a hacer en la sociedad de fomento del barrio -que le pedimos a su presidente Rosana Dorronzoro y enseguida nos dijo que sí –porque vamos a hacer actividades con máquinas de coser, para ver si podemos hacer rejillas, trapos de piso para donar al hospital y también tenemos otros proyectos por ejemplo hacer quesos ya que recibimos una donación de 50 litros de leche y van a participar otros comedores a los que les vamos a enseñar. Esa primera vez será en la cocina que está en los galpones de la Secretaría de Desarrollo Productivo de la calle Belgrano 1250 y después lo haremos en la Sociedad de Fomento. También queremos tener espacio para hacer actividades con los chicos. Así que tenemos muchas cosas para hacer y no tenemos el espacio”.

Y siguen, claro, con el corazón al frente, más allá de pensar seguramente en el porqué de la situación difícil, en la responsabilidad de quiénes, en quiénes deberían hacerse cargo. Con esas preguntas que no detienen el andar, siguen y ante todo, hacen.
“Estamos acá para ayudar”, expresaba Jésica destacando el apoyo de su familia y de las familias de la gente colaboradora, ya que son las columnas que sostienen la construcción solidaria, a la vez que dignificaba y valorizaba todo y hasta lo más pequeño que reciben para ayudar: “Que nadie crea que no sirve si tienen para donar la mitad de un paquete de fideos, porque con esa mitad del paquete le están dando de comer a dos chicos, así que todo sirve”.

Y sirve y tanto, por esa valoración de la solidaridad que le ponen como base y alas, Jésica y su gente. Ese envoltorio de cercanía y compromiso con que embellecen todo porque esas entregas de mercadería, esas actividades, esas campañas de ayuda, tienen algo fundamental: un sol adherido infinitamente luminoso.