El barrio y ella siguen unidos, porque el barrio la recuerda. Porque ella ahí fue parte del latido cotidiano y puso voz y acción para que ese lugar fuera digno para todos. El barrio y ella siguen cerca en cada día de plato de comida compartido, cocinado al fuego de las necesidades de otros y las propias, condimentado con el sentido del amor que ve, mira y acciona.

El barrio y ella son postal para siempre, porque siempre hay y habrá por qué luchar, levantarse, ponerle tarea a las manos y al corazón. Y esa postal que quedó y queda de la vida de Flor, ahora, además, es mural de colores, de trazos que la definen en su esencia joven y comprometida ahí, en esa esquina del barrio Juan XXIII -Santa María y Obligado- donde desde el jueves 28 de diciembre la imagen de esta joven vecina sigue siendo recuerdo bien presente.

La enfermedad del cuerpo

Pero no la del alma. Porque ahí todo tuvo cielo lindo y días claros. Porque aún con las propias necesidades Flor y su mamá Silvia supieron cómo dar y mucho. Y por eso Flor apoyó ese gesto de Silvia, hace varios años atrás, cuando esa mamá solidaria quiso darle forma en su propia casa a un espacio para afrontar las necesidades de sus vecinos más vulnerables, fundando entonces el Comedor “Corazones Contentos”, ese lugar a pleno barrio Juan XXIII que hoy continúa con la tarea solidaria, teniendo como estandarte el recuerdo de Florencia Cisneros. Recuerdo inmensamente sostenido en amor, tal como lo expresa su mamá Silvia Cisneros, quien nos contaba cómo afrontaron la enfermedad hasta el último día.

“Florencia nació con fibrosis quística. La obra social que tenía era PROFE, hicieron abandono de persona, no nos llegaba la medicación, luché mucho con eso para que le den oxígeno y, de hecho, la mochila de oxígeno llegó el día que interno a Flor, ya muy grave, así que esa mochila se usó desde que la llevamos de mi casa a la internación. Ella andaba siempre con el concentrador de oxígeno”, relataba Silvia, ya que -como no debiera ser en ningún caso menos tratándose de salud- tuvieron que reclamar, solicitar una y cientos de veces, esperar, recorrer, enojarse, entristecerse, caerse, levantarse, contactarse con funcionarios, volver a reclamar, esperar, recorrer.

“Fueron muchas las dificultades que tuvimos, la luchamos mucho juntos, en familia. Era muy difícil conseguir los medicamentos, por ejemplo la pancreatina”, decía Silvia y destacaba: “Yo estoy muy agradecida con el Intendente, que siempre nos ayudó, la verdad se re portó con nosotras y cuando falleció Florcita también él me ayudó un montón”.

Y relataba con el dolor inmenso los últimos tiempos: “Florencia estaba internada en Mercedes, en esa última internación le agarró tuberculosis, ella no murió de fibrosis quística sino de tuberculosis. Este año 2023 estuvimos internadas la mitad de enero, febrero y nos dieron el alta en marzo, volvimos en junio, nos dieron el alta, luego otra internación y ella fallece el 29 de agosto. Cada vez que estaba internada y terminaba el tratamiento por la tuberculosis, se volvía a tratarse de la fibrosis quística para poder llegar al trasplante, poder estar en la lista de espera para trasplante bipulmonar. Ella tenía muchas ganas de seguir luchándola. Nunca, nunca, en los 30 años que Flor vivió, pudimos llegar a la lista”.

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A cada respiro, como fuera, había deseo de ayudar. Hubo soplos, vientos, para lograr tener un lugar donde recibir a quien lo necesitara. Así, hace 4 años, Flor y Silvia crearon el comedor “Corazones Contentos”.

“Florencia sabía que era mi sueño, entonces un día me dijo ‘lo hacemos’. Empezamos como merendero. Salimos a cirujear y conseguimos para hacer el cartel, muy sencillo, pero que pusimos en la entrada y elegimos el nombre. Ella me daba la leche, cuando cobraba su pensión me compraba harina, azúcar, yo no tenía nada de nada”, nos contaba Silvia destacando la colaboración de su nieto -hijo de Flor- como gran colaborador en la tarea solidaria. Tarea que continúa y se continúa en beneficio de la comunidad del barrio con mayor necesidad y en homenaje, también, al legado solidario de Florencia.

Colores de Flor

Entonces, hubo quienes pensaron en esa imagen para todos, por todo lo que el Comedor significa y lo que significó Flor. Y ahí el arte también solidario de Mauro Donadío, que miró, midió, eligió texturas y creó el mural con los colores de Flor, inaugurado el jueves 28 de diciembre ante la presencia de familiares y amigos. Un mural que también simboliza el mensaje rotundamente necesario y que habla de la concientización sobre la donación de órganos, porque incansablemente hay que repetir la consigna, pedido y enseñanza del “donar órganos salva vidas”, como premisa para sostener en el siempre.

Flor pudo haber estado en lista de espera, pudo haber tenido quizás pulmones nuevos y respirar los días propios y de los demás, desde su sentido solidario.

“Ese mural lo queríamos hacer y lo consultamos con mi nieto y con mi otra hija que vive en San Luis, así que elegimos la foto -mi hija era preciosa- y lo vino a pintar Mauro Donadío. Quiero agradecer a Jessi Galarza que ella hizo el contacto con Mauro”, destacaba Silvia que relataba esta historia no solo por su hija y el camino difícil que transitó desde su enfermedad, sino por la insistencia del mensaje: donar órganos salva vidas. Florencia no llegó a la lista, pero hay tantas historias dolidas en espera de ese gesto que sostiene esperanzas de más vida, más y más.

Y todo quedó en ese mural, la sonrisa de Flor. El amor de su familia. Y la eterna premisa de la solidaridad.