La preservación documental desinteresada y lujanense de la mano de Jorge M. Furt, “Los Talas” y sus descendientes. El estudio genético universitario de los manuscritos alberdianos.
“Y porque Alberdi ha querido esa gran cosa de la paz,
porque ha querido el progreso de la producción,
porque ha querido que América y Europa se comunicaran libremente,
porque ha comprendido que la paz es la condición absoluta
del progreso normal de la civilización en la era contemporánea,
porque se expuso en nombre de ese ideal a los ultrajes y a las acusaciones,
yo digo de él que ha sido un buen obrero de la obra humana,
uno de los apóstoles que han deseado la desaparición de esa pesadilla
terrible de la destrucción y de la muerte internacional…”
Jean Jaurés (1859-1914)
Buenos Aires, 1911
El pasado miércoles 19 del corriente, sin pena ni gloria -pese a algunas oportunistas declamaciones del titular de la presidencia de la Nación- se cumplieron 140 años desde que nos abandonara físicamente, ‘el llamado padre de nuestra Constitución’ (con estricta justicia), el tucumano Juan Bautista Alberdi.
DIPUTADO DE LA NACIÓN DURANTE SÓLO MESES
Apenas durante 9 meses, nuestro ilustre jurista se desempeñó como Diputado de la Nación entre los años 1879 y 1880. Fue el único y escueto cargo de jerarquía constitucional que ejerció este hombre que -como veremos- “pensó por todos los argentinos” en la extensa vida que transcurrió, simultáneamente con el alumbramiento de la Patria, en 1810 y se apagó en 1884.
La interpretación de este dato aislado y frío, nos priva de conocer que nuestro personaje fue y es mucho más que eso.
Juan Bautista Alberdi es el conductor ideológico del proceso constitucionalizador argentino, ocupando un rol exclusivo, clave y único entre 1852 y 1860, que proyecta el afianzamiento de la Nación hacia 1880 y cuyas instituciones permanecen vigentes hasta nuestros días.
EL INUSUAL CURSUS HONORUM DE NUESTRO PROTAGONISTA
La flamante Patria lo ve nacer-en el “jardín de la República”- el 29 de agosto de ese inolvidable 1810. Hacia 1816, ingresa a la escuela primaria que había fundado en su provincia, un tal Manuel Belgrano. Y continúa su vida, no sin sobresaltos, a la par que crecen las Provincias Unidas (y -por momentos- no tan unidas).
Ocurre la disolución del ‘Gobierno Nacional’ hacia 1820 (a la par del escándalo del ‘día de los tres gobernadores bonaerenses’, más la desaparición física del imprescindible patriota, Manuel Belgrano), se intensifican las guerras civiles y las intolerancias se adueñan del escenario, al mismo tiempo que también ‘el orden y la restauración de la ley’ que impone el caudillo Juan Manuel de Rosas, porteño pero con una verdadera proyección nacional como resulta conocido.
Su cursus honorum continúa. Crece -en todo sentido- nuestro Juan Bautista Alberdi (2).
El otrora poderoso ‘encargado de las Relaciones Exteriores de todas las Provincias’, Rosas, cae en la célebre batalla de Monte Caseros -en febrero de 1852- y en manos de su colega, caudillo federal entrerriano, Justo José de Urquiza. Se altera -con el suceso- todo el escenario político institucional de estas tierras. Alberdi -en Valparaíso- piensa; no se apresura. Sus más prestigiosos ‘compañeros de exilio’ -de entre ellos, Mitre y Sarmiento- ya habían partido antes desde Chile (por el mar; ingresando por el Uruguay) para sumarse al ‘ejército grande y libertador’ del gobernador entrerriano. Nuestro protagonista concluye en que debe pensarse en cómo se orientará y hacia donde, el futuro institucional y político, más allá del resultado de las armas. Y no se equivoca.
Vuelca empeño y conocimientos en escribir un “apurado” tratado (lo que será un ensayo de derecho público)acerca de la futura Constitución de nuestros pagos, las Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina: lo publicó en el mes de mayo de ese mismo año. Los constituyentes que se reunieron en Santa Fe, entre cuyos redactores se encontraba su amigo Juan María Gutiérrez, sancionaron la Constitución de la Confederación Argentina, en 1853 en base al texto de nuestro tucumano más otras fuentes. Para el mismo 1853, escribe “Elementos del Derecho Público Provincial”; y en 1854, “Sistema Económico y rentístico de la Confederación Argentina. Al año siguiente -y ya constitucionalizada la República- fue nombrado consejero del primer Ejecutivo federal del ya citado presidente Urquiza y representante plenipotenciario de la Confederación Argentina en la legaciones de París, Madrid, el Vaticano y Londres. En abril de 1855, partió finalmente hacia Europa. Se detuvo primero en los Estados Unidos donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce. Luego pasó a Londres, donde conoció a la reina Victoria y, finalmente, a París, donde se radicaría por 24 años. En 1858, se entrevistó en España con la reina Isabel II y consiguió el reconocimiento de la Confederación.
A partir de 1862, sus gestiones diplomáticas en el exterior fueron interrumpidas (a partir de la reunificación de la Nación; reforma constitucional de 1860 mediante). Al asumir la presidencia Bartolomé Mitre -triunfador sobre Urquiza en Pavón- se exilió permaneciendo en Francia. Hacia 1872, bajo la profunda impresión que le produjo la derrota paraguaya en el conflicto y sus secuelas en la población del país hermano, escribió El Crimen de la Guerra.
Retorna a establecerse en el país en 1879 (al ser elegido como diputado al Congreso Nacional por Tucumán) y ocupa por 9 meses esa banca hasta el conflicto entre los poderes nacional y bonaerense (lo que culmina con la caducidad de los mandatos de los legisladores que no se trasladaron a Belgrano, y con la federalización de la ciudad porteña). Sin embargo, al cesar en sus funciones una fuerte disputa con Bartolomé Mitre lo empujó a trasladarse a Francia nuevamente.
Casi a fines de 1880 -el flamante presidente- el también tucumano Julio A. Roca propuso que el Estado argentino publicase las obras completas de Alberdi, pero Mitre lanzó -desde las páginas de La Nación- una feroz campaña en contra del proyecto que terminó por ser rechazado por los senadores, quienes también vetaron su nombramiento como embajador en Francia. En el segundo semestre de 1881, partió rumbo a Francia para ya no retornar nunca más.
El 19 de junio de 1884 (hace exactamente 140 años) muere pobremente en Neuilly-sur-Seine, suburbio de París, a la edad de 73 años. Para 1889, sus restos fueron repatriados y descansaron -durante años-en el cementerio de la Recoleta. Hoy lo hacen en un monumento erigido en la sede de la gobernación de la provincia del Tucumán.
LA PROYECCIÓN Y VIGENCIA ACTUAL DE SU PENSAMIENTO POLÍTICO Y SU DISEÑO CONSTITUCIONAL ARGENTINO
No nos deja Alberdi… campeonatos mundiales ganados, ni famosas películas; …tampoco grandes y reproducidos hits… No nos deja importantes marcas ni empresas hiperprósperas ni célebres campañas publicitarias; … No nos deja -ya insertos en el proceso histórico fáctico argentino- heroicas gestas militares ni grandilocuentes discursos o actos masivos; … no nos deja regalos ni prebendas, ni beneficios fáciles de adquirir; no nos deja “clientelismo partidario” ni otras tergiversaciones o vicios de la noble política….!
Nos brinda para la posteridad un bien esencialmente más omnicomprensivo, superador y útil que todo eso.
¿Merece Alberdi nuestro reconocimiento? ¿Por qué ello? ¿Cuál es su legado sustancial?
Su indiscutida, sólida y oportuna contribución al proceso constituyente, puntualmente acaecido entre 1850-60, no tiene parangón por la indudable y visible proyección futura. El Congreso general -convocado después de Caseros, y por medio del Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos- hizo su legendario e histórico trabajo (1852-53), bajo la intelectual paternidad del tucumano (ausente, exiliado en Chile), quien había enviado sus imprescindibles “Bases” al propio Urquiza y a los constituyentes (especialmente, a las mejores “espadas” del constitucionalismo argentino como Juan María Gutiérrez y José Benjamín Gorostiaga, quienes escriben la letra sustanciosa y fina del texto fundamental). Cuando recibe Sarmiento el texto de “Las Bases”, le escribe y dice: “Su obra; .. su Constitución es un monumento”.
Su más artesanal aporte es la redacción del “anteproyecto de Constitución”, suficientemente fundado por esas precedentes “bases y puntos de partida”. Propone allí que las instituciones se adecúen “a las necesidades y a los antecedentes históricos” del país en que se quieren instaurar, sosteniendo como principales metas “poblar con inmigrantes y desarrollar económica y culturalmente” a la Argentina. Se trata del ensayo jurídico más completo de derecho público de toda la América del Sur (3).
Es el turno ahora de la polémica mantenida (luego de Las Bases)con Domingo Faustino Sarmiento, las diferentes posturas de ambos argentinos -que intelectualmente lideraban grupos de exiliados en el país trasandino, ante la caída de Juan Manuel de Rosas y el futuro argentino- constituyen aspectos de la historia (especialmente de la historia de las ideas políticas argentinas) de suma importancia y que muestran facetas, pasiones, principios, conductas y actitudes diversas ante un hecho determinante y objetivo. Las armas del jerarquizado duelo: la pluma y la tinta sobre el papel prensa; Sarmiento blande “las Ciento y una” -que escribe desde Santiago- y opone Alberdi “las cartas quillotanas”, redactadas precisamente en Quillota.
“Esa batalla”, nos es de las ganadas por Sarmiento, pues ese “ser enorme y extraño” se choca contra aquél que -en ese momento “clave” para el futuro y el “qué hacer” colectivo- ha pensado por todos los argentinos y ha volcado ello en las ya publicadas “Bases” (mayo, 1852), las que han dado sus frutos ante la eficacia del Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos. Como ha escrito Ricardo Zorraquín Becú, “arremete y tropieza contra Alberdi y cae”. Chocan “dos filosofías ocasionalmente distintas, dos temperamentos diferentes, dos posiciones frente al orden político, dos maneras de sentir la patria”.
El ilustre y autodidacta sanjuanino gana la “guerra del hacer” (más no así Alberdi, ausente muchos años del país), del llevar a cabo: Sarmiento será el gran ejecutor, “el gran hacedor” -en toda su acción pública a lo largo de más de tres décadas después- del programa común volcado oportunamente en la Carta Fundamental en 1853/60 bajo la directa inspiración de Alberdi y el trabajo constituyente de los ya citados Gorostiaga y Gutiérrez. República, progreso, inmigración, libertad de comercio, propiedad, división de poderes, educación, prosperidad, libertad de prensa y de cultos, autonomía provincial, federación, etc. son las claves del programa político de la Constitución histórica.
Con dudas, la historia se ha preguntado: “quién fue el supremo legislador, Alberdi o Urquiza ?”. Y nos contesta un estudioso: “ el legislador sigue siendo Alberdi y Urquiza el hombre excepcional, el brazo que ejecuta el pensamiento” (Dardo Pérez Guilhou. “El pensamiento conservador de Alberdi y la Constitución de 1853”, 1984).
En el contexto actual ¿cuál es el saldo del Congreso Constituyente? ¿Cuál es su proyección hasta estos tiempos, compatibilizando los contenidos históricos con las incorporaciones de hace tres décadas, en la Enmienda Federal de 1994?
Una agiornada (conforme a la consensuada Reforma Constitucional de 1994) “constitución pétrea y vigente” (4), que contiene: república federal, declaraciones, principios, derechos y garantías (autonomía individual, igualdad, debido proceso, amparo, hábeas corpus, libertades de opinión, de trabajo e industria, de cultos, propiedad, derechos sociales, derechos políticos, etc.), armonización de intereses de la Nación y de las provincias, presidencialismo (hasta que el progreso social y político concluya con el caudillismo), órgano legislativo bicameral (con amplia competencia, especialmente, en fomento de la inmigración, educación, nuevo progreso, prosperidad, etc.), poder judicial y demás controles (ministerio público, defensor del pueblo, auditoría general, etc.), autonomía provincial y municipal, etc. (5)
EL COMPROMISO PRESERVACIONISTA DEL BIBLIÓFILO Y HUMANISTA LUJANENSE, JORGE M. FURT Y SUS DESCENDIENTES
Alberdi seguramente nunca conoció la estancia “Los Talas”, situada a muy pocos kilómetros de la ciudad de Luján. De entre las muchas joyas bibliográficas y documentales que custodia la Fundación Archivo y Biblioteca -allí conservada y que lleva el nombre de nuestro gran humanista, filólogo y bibliófilo lujanense, Jorge M. Furt- se destaca el archivo del célebre jurista argentino, adquirido en 1946.
Adquirió este fondo Furt, comprándoselo a la viuda de don Francisco Cruz, quien a su vez lo obtuvo de la señora Josefa Escobar Sársfield de Pérez, a cuyo cuidado viviera (sus últimos años) el hijo de nuestro evocado, Manuel Alberdi, muerto en 1900 sin sucesión, poseedor de los papeles de su ilustre padre en virtud de un arreglo celebrado con los únicos herederos legítimos de don Juan Bautista, los hijos de su hermana doña Tránsito Alberdi de García.
Furt nos abandona físicamente hacia 1971, dejando el valioso acervo patrimonial en manos de sus sucesores inmediatos, su hija Etelvina -quien decide la conservación y enriquecimiento del mismo- acompañada por su cónyuge, Don Ricardo P. Rodríguez. Es ardua la tarea, pero resultan más fuertes el compromiso y los genes, acordes a los nuevos tiempos preservacionistas; aquellos que encuentran adecuada acogida constitucional recién en las últimas enmiendas de 1994, insertándose en ambos textos (nacional y provincial) cláusulas tuitivas sobre el patrimonio cultural.
¿Qué sucede con los manuscritos alberdianos, ya custodiados en nuestro Luján? ¿Qué hace Rodríguez con los papeles alberdianos?: pues adquirir un detallado conocimiento sobre las distintas temáticas abarcadas por los diversos documentos (situación reconocida, y gentilmente agradecida, por otra parte, por investigadores y escritores de jerarquía), además de ordenación y fichaje, conservación, medidas higiénicas y protectorias contra plagas e insectos, etc.
¿De qué trata el contenido? Pues de:
– 7.190 cartas de correspondencia particular; 225 cartas de correspondencia entre terceros; copias varias;
– manuscritos alberdianos, 119 libretas de diferentes tamaños;
– legajos que dan cuenta de su actividad diplomática europea al servicio de la flamante Confederación (tratados de reconocimiento, inmigración, etc.);
– legajos acerca de su actuación profesional abogadil (en Chile y Europa);
– facturas, tarjetas, anotaciones varias, compras, etc.,
– papeles sueltos de interés (navegación del Río Salado, escuela de niñas de Santiago, Chile, etc.).
Nuestra entrañable amiga -la querida Celia Etelvina “Pocha” Furt de Rodríguez- nos hablaba de “este monstruo que se nos viene encima”. Se refería al abanico que se abría con ‘la apertura de Los Talas’, con las posibilidades culturales e investigativas. ‘¿Cuántos pasaron por ese lugar, cuántos recibieron esa hospitalidad y esas insustituibles dotes de anfitriona que tenía “Pocha” y lo demostraba en cada ocasión en que le tocaba ser dueña de casa? Desoyó-junto a Ricardo- tentadoras ofertas de centros extranjeros y abrieron la documentación a la consulta de investigadores y estudiosos.
EL ANÁLISIS CIENTÍFICO DE LOS MANUSCRITOS ALBERDIANOS
“… Espero que a la buelta de Pacheco me mande algunos papeles de música, aunque sean antiguos.. pues aquí paso como tocadora de piano y es preciso aprender algo, .. Le encargo precisamente un cielito con media caña, que tenga aire antiguo porque aquí no entienden de moda… ” (6)
Aparece hace ya un tiempo la Universidad Nacional de San Martín, que viene a poner la primera piedra, el primer mojón,…;¿qué no hicieron para cuidar, promover y acrecentar esos volúmenes y otros documentos testimoniales que don Jorge Furt consiguió y compró para que quedaran en el país los testimonios históricos de algunos de los protagonistas? José Ignacio García Hamilton los recuerda con estas palabras, que reflejan su impresión al llegar por vez primera a Los Talas: “Cuando llegué se me empezaron a caer las lágrimas porque iba a ver las cartas y me recibieron dos guardianes que, andando los días, eras como dos sacerdotes, o un príncipe y una princesa que cuidaban ese lugar de piezas únicas, de tradiciones, que venía de generaciones. Los recuerdo con trabajo, esfuerzo, con atención…! Qué amor, qué responsabilidad, qué camino y obligación. Qué sendero les han marcado estas personalidades!” (7)
Ahora bien, esta universidad (por intermedio del Instituto de Investigaciones Filológicas “Jorge M. Furt”, perteneciente a su Escuela de Humanidades) encaró, a partir de 2002, un proyecto de largo alcance: la “Edición del Archivo Documental de Juan Bautista Alberdi”. Dicho fondo documental (en gran parte, inédito) contiene importante información para estudiar la escritura y el pensamiento alberdianos y su contexto histórico. “Dada la relevancia de la figura de Alberdi como estadista, jurisconsulto y escritor, y la repercusión de su obra escrita en la formación del Estado Argentino, se considera indispensable editarlo con todos los recaudos filológicos e históricos necesarios”, explica el instituto.
No puede dejar de destacarse, el alcance y la medida de la tarea, rutinaria y artesanal, generosa y tediosa -quizá, por momentos- de Don Ricardo Rodríguez, tendiente a procurar y lograr la conservación del archivo. “La preparación de ediciones críticas, crítico-genéticas y genéticas de los manuscritos de Juan Bautista Alberdi es la actividad central”.
Durante años, la tarea apuntó en dos líneas principales: el estudio de la génesis escritural y el análisis del discurso epistolar. En el Archivo Alberdi se conservan manuscritos inéditos y los borradores que sirvieron de base para los Escritos Póstumos, edición de 16 tomos que duplicó en volumen la obra impresa en vida del autor y se publicó entre 1895 y 1901.
“…Como sólo se conservaban borradores (es decir, como no existieron originales ‘autorizados’ por Alberdi), los editores los reordenaron con criterios discutibles, agrupándolos en capítulos para los que crearon títulos: así, alterando la progresión del discurso y su marco paratextual, se tergiversó muchas veces el pensamiento del autor. Por otra parte, como el arduo desciframiento que imponen las grafías dio origen a numerosísimas erratas y como las publicaciones subsiguientes de los Escritos fueron preparadas sobre la base de la 1ª edición (sin consultar los manuscritos), se impone la preparación de una edición crítico-genética de ese sector sustancial de la obra alberdiana, ya que la reproducción de los procesos de génesis escritural (el inventario de rectificaciones, vacilaciones, supresiones, interpolaciones) y su interpretación remiten, desde los conflictos discursivos, a las tensiones ideológicas que los provocan”.
La casa universitaria manifestó la intención de “dar a conocer los materiales del archivo epistolar que aún permanecen inéditos, así como las piezas del propio Alberdi que se intercambian con las de sus corresponsales (que los investigadores del Centro están rastreando en repositorios públicos y privados).Tanto el intercambio epistolar en sí mismo como la génesis textual que es posible reconstruir a través del estudio de los papeles de trabajo escritural constituyen fenómenos culturales que interesan a diversas disciplinas del campo de las ciencias sociales. El intercambio epistolar -conexión diferida en el tiempo que se traslada entre espacios distintos- se inserta en un sistema universal para las culturas con códigos gráficos, pero está fuertemente condicionado por el proceso histórico-social que lo enmarca, los contextos de situación inmediatos, los participantes y el tipo de relación que los vincula, los medios de transmisión, los actos ilocucionarios y perlocucionarios, las funciones comunicativas. En cuanto a la genética textual, porque la escritura es “reescritura”, su dinámica se inserta en la tensión y la recursividad inherentes de los procesos sociohistóricos y aporta nuevas ópticas para su estudio”.
De qué inusual y curiosa manera venimos a hallar asociados a nuestros queridos Juan Bautista Alberdi (fallecido hace hoy 140 años) con nuestros amigos -los Rodríguez Furt- y aquellos‘ espíritus románticos custodiados en “Los Talas”!
(*) Néstor Fabián Migueliz es abogado, investigador, docente y presidente del Instituto Belgraniano de Luján.
Nota: los textos de opinión que se publican son de exclusiva responsabilidad de su autor y no expresan, necesariamente, el pensamiento del medio.
Fuentes y referencias