No hay timbre, ni mucho menos aquel sonido de campanas. Sin embargo, el llamado se escucha y resuena. No hay recreo porque el horario es una conjunción de responsabilidad, alegría, elección, decisión de estar ahí. No es escuela con la fachada abrazando aulas, sin embargo el abrazo se amolda al espacio levantado a tanta fuerza y solidaridad ahí, a pleno barrio San Jorge.
Y hay un flameo de bandera imaginaria, que se pinta del cielo de todos y que invita a ser, a construir y construirse un poco más, a apuntalar aquello que ya se aprendió y sostenerse en ese camino del querer aprender más, cada vez.
Entonces, las Seño. Las que ya transitaron su vocación y profesión por el extenso camino laboral que, sin embargo, siguen siendo las Seño.
Docentes jubiladas. En la realidad y legalidad de los papeles. Y también sin embargo, en plena actividad de la actitud docente que… sigue.
Verónica Gaglia, Andrea Frascaroli y Mónica Soler son quienes han y están construyendo un espacio infinito de educación en el Comedor “Granito de Arena” del barrio San Jorge, donde invitadas, recibidas y contenidas también por Lucía Zárate y Hugo Ayala -referentes del espacio- ofrecen las clases de apoyo escolar y todo lo que hace a la esencia de la educación.
Con las docentes jubiladas charlamos, conmemorando este 30 de julio su día y celebrando la vocación de la docencia en la que siguen viviendo, esa vocación que les llegó aquella vez, en aquellos tiempos.
“Mi mamá fue docente de alma y yo viví toda la vida ese trayecto de verla dedicada a su escuela -la escuela Cardijn-, siempre estudiando, siempre dando concursos para ser directora -que lo fue- así que yo la acompañé durante toda la vida en eso, viví eso, lo fui mamando y un día dije ‘quiero ser profesora de Ciencias Naturales’ y nunca dudé de eso, nunca pensé en otra cosa, así que empecé a estudiar, salió todo bien y mi vida laboral fue en la docencia”, contaba Verónica Gaglia en una charla con LUJANHOY y el programa El Expreso Semanal, que se emite los sábados de 10 a 12 por Punto 3 FM (105.3 Mhz).
Y recordaba, puntualmente: “Trabajé en la Escuela Media N°5 desde su creación, el 21 de mayo de 1991, cuando empezamos en la Biblioteca Ameghino. Y transité toda mi carrera ahí, así que fue realmente mi segunda casa”, sostenía con la mirada de nostalgia pero alegría por lo vivido.
Mientras que Andrea Frascaroli sumaba su experiencia: “Yo desde los 10, 11 años empecé a dar Catecismo en la escuela N°21 y a partir de ahí sentí que me gustaba enseñar, así que cuando llegó el momento de elegir una carrera fue la docencia. Primero estuve estudiando durante 2 años el profesorado en Matemáticas y me di cuenta que no era lo que yo quería, me llenaba en cierto punto pero no era todo, entonces hice la carrera de Profesora para la Enseñanza Primaria y me llenó de satisfacción toda la vida, trabajé en distintos lugares, por ejemplo estuve muchos años viviendo y dando clases en la Isla Martín García y bueno, después llegó el momento de volver a Luján y acá terminé mi carrera docente”.
Un camino que tiene como protagonistas a quienes a todo ojos y oídos vivencian, desde las aulas, su papel inmenso de ser el alumnado y hacerse parte de la vida de los docentes.
“El día de hoy es encontrarte con ex alumnos que ya son padres, madres y los encontrás y ese cariño sigue estando, por ahí las facciones cambiaron pero la mirada no, te los cruzás y se produce algo mágico con ellos”, decía Andrea y Vero aseguraba: “No te los olvidás”.
El momento que llegó
Ese que queda lejos y que cuando asoma en los almanaques presentes, pone la realidad de un cambio frente a la cotidianidad. La jubilación llega y la docencia se queda.
“A mi me llegó el momento de la jubilación un poco atravesado por una cuestión de salud, quería volver a trabajar y el médico me decía que no y ahí estaba esa responsabilidad que nos hace pensar que la escuela no va a funcionar si uno no está, eso nos parece. Yo quería volver, el médico me decía que no y bueno, la licencia. Y ahí ya lo pensás: si ya no puedo trabajar, si me afectó la salud tanto exceso de responsabilidad, bueno, decís ‘me jubilo’, ya tenía los 50 años, también los años de aporte. Pero siempre pensando en seguir desde otro lado con la docencia y ahora encontramos ese espacio que es el Apoyo Escolar en el Comedor Granito de Arena”, indicaba Vero.
Y Andrea destacaba su vivencia: “Mi transitar hacia la jubilación fue más por una necesidad puntual, una situación familiar, yo necesitaba estar más tiempo con mi papá para poder ‘ser sus piernas’ y fue una decisión muy difícil de tomar porque había una responsabilidad como hija y por el amor de familia y también el amor por la escuela y mi trabajo, pero más allá que me hubiera encantado seguir trabajando, no me arrepiento de haberme jubilado en ese momento porque le pude dedicar todo ese tiempo a la familia y hacer lo que yo creía que era lo correcto”.
Ambas, con una emoción de mañana de charla pero emotividad permanente, recordaban a Raquel Isola, voluntaria por más de 20 años en el Taller Protegido Juan XXIII y mamá de Vero, como también a Lito Frascaroli, parte de diversas instituciones lujanenses y papá de Andrea, que fueron quienes con su accionar pusieron el ejemplo y la mueca solidaria en el alma de estas docentes jubiladas que ahora hacen lo propio en el Comedor “Granito de Arena”.
Se enseña desde la solidaridad
Es claro gesto educativo. El pensar en el otro. El aprender y compartir. El saberse también parte de una educación que es cotidiana y constante en los días. Enseñar una currícula escolar y enseñar los gestos humanos que nos hagan más humanos, es el camino que ojalá, no se termine.
“La docencia se lleva adentro para siempre y encontramos ahora la oportunidad de continuar con lo que tanto nos gusta”, afirmaba Andrea acerca de estas clases de apoyo escolar que ofrecen ella, Vero y Mónica, quienes fueron compañeras en sus años de primaria y secundaria, recibidas en el Colegio de las Hermanas Vicentinas, amigas y ahora compañeras en la tarea educativa solidaria.
“Yo conocí una mamá de un compañero del colegio de mi hijo que colaboraba con el Comedor, entonces me dieron ganas de colaborar con alguna institución, empecé a preguntar dónde podía hacerlo y esa mamá me recomendó ese lugar. Ahí empecé de a poquito, colaborando con ropa para ferias, después ayudando en la fiesta del Día del Niño y después para el tiempo de Papá Noel. Y como tengo contactos, un día conseguí la autobomba de los Bomberos y otra vez alguien que fue como Hombre Araña y así fui conociendo más a Lucía y Hugo -los referentes de Granito de Arena-, gente muy generosa haciendo todo a pulmón. Un día Lucía me comentó que en el salón daban clases de apoyo escolar pero que la maestra no podía ir más, así que le propuse ayudar en eso, enseguida me dijeron que sí, empezamos con un día, después con dos. Entonces busqué gente que me ayude, ahí le dije primero a Mónica que enseguida me dijo que sí y pensé mandarle un mensaje a Andrea que al toque agarró la onda, me dijo que colaboraría y ahí comenzamos en marzo”, recordaba Vero.
“Fue maravilloso lo que empezó a ocurrir porque ellos mismos le decían a sus compañeritos que fueran al apoyo escolar. Al principio eran 5 o 6 y en este momento son 27 los que asisten de distintas edades y de distintas escuelas. Hacemos con ellos la tarea de la escuela y si no tienen tarea para hacer, reforzamos nosotras de acuerdo a las necesidades que tiene cada uno. Desde nuestro rol docente fuimos evaluando los avances, las necesidades de cada uno y entonces ahora estamos trabajando cada vez de manera más personalizada con ellos”, sumaba Andrea y remarcaba que luego de la actividad de apoyo escolar comparten la merienda.
Logrando tanto
¿De qué manera medir los alcances de la propuesta? Seguramente no solo en la tarea del cuaderno realizada, sino en ese tiempo dedicado a la realización de esa tarea, con la observación y la escucha como herramientas fundamentales. Ese alcance que llega hasta y más allá de ese día de encuentro. Esa actitud de alegría en la responsabilidad que se llevan los chicos y les queda a ellas, también.
“Uno va sabiendo lo que tiene que ir adquiriendo de acuerdo al año escolar al que asisten, entonces si bien no están escolarizados en esta actividad, nosotras no dejamos de atender cuestiones como preparar las clases, buscar material, llegamos antes para preparar el espacio, hablamos entre nosotras para coordinar, o sea lo mismo que si estuviéramos en la escuela”, detallaba Andrea.
Por su parte, Vero acotaba: “Coordinamos qué vamos a llevar, qué vamos a cocinar, qué actividades haremos, hablamos sobre cómo nos fue en esas actividades, cómo respondieron los nenes a esas actividades, cómo evolucionó cada uno”.
Y destacando esos momentos especiales, Andrea señalaba: “Cuando uno de ellos empieza a leer, cuando empezó a escribir solito aunque sean dos palabras… eso es algo que moviliza mucho”.
“El logro más importante es reforzarle la autoestima, porque ellos todo el tiempo te dicen ‘no Seño, yo no puedo leer’, ‘me da vergüenza leer ante el público’ y ahí estamos con el ‘dale que vos podés’ y sienten que pueden y eso es lo que hacemos todo el tiempo, reforzar su autoestima”, expresaba Vero para que Andrea sumara a la idea: “También logramos algo maravilloso y es que las maestras de las escuelas de los chicos, se han dado cuenta del cambio que han tenido ellos y los alientan a ir al apoyo escolar, que les dicen a las familias lo bien que les hace este espacio y esa coordinación de nosotras con las maestras, sin ser una coordinación buscada, es fundamental”.
Y claro que no están solas. Porque además del recibimiento y sostén de Lucía y su familia, están las propias familias de los chicos que son, sin dudas, el apoyo infinitamente necesario.
“Hay que destacar el apoyo de las familias, que están presente, acompañan, todo el tiempo le dan la bienvenida a todas las propuestas”, decía Vero detallando esas otras propuestas más allá del accionar docente enfocado en las enseñanzas del tiempo escolar.
“Logramos cosas muy lindas como festejarle los cumpleaños que lógicamente es una fiesta, es algo que no puede faltar, tienen su torta -que por lo general la hago yo que soy la repostera del grupo – así que tienen sus bengalas, sus velas, la torta y ellos felices. Además a principio de año hicimos una campaña para apadrinar no solo a los chicos que asisten a Apoyo Escolar, sino a todos los que van al Comedor y se logró que cada uno tuviese un padrino que le comprase todos los útiles escolares para empezar el año, como así también zapatillas, guardapolvos, mochila y se logró a través de las redes, se arma un flyer, se comparte, yo tengo muchas amistades, contactos, hasta los exalumnos de los que hay algunos que todas las semanas nos hacen bizcochuelos para los chicos. Y así logramos que la gente que es tan solidaria, que nos conoce y que sabe que todo lo que nos den realmente va para el Comedor, que no va a haber ningún desvío, entonces muchos colaboraron y todos fueron apadrinados”, relataba Vero acerca de las actividades tan disfrutadas en las que no faltó durante estas vacaciones de invierno ir al cine y al teatro.
“Nuestra intención no es sólo la parte educativa sino lograr todo lo demás desde pautas de convivencia, pautas de comportamiento como lavarse las manos, cuidar las cosas que son de todos, esperar los turnos para hablar, no gritar, comer todos al mismo tiempo y bueno, todo eso también es muy lindo como el logro de la identidad, del saber que todos tenemos un nombre y nos llamamos por ese nombre para evitar la cargada, para reforzar la identidad. Lograr eso también va marcando la diferencia. Esa evaluación la hicimos nosotras llegando a esta mitad del año y nos dimos cuenta de cuánto logramos hasta acá”, reflexionaba Andrea.
“Vemos que trabajan con tantas ganas! que aprovechan el espacio que tienen. Vienen y te agradecen porque evidentemente sienten el espacio como propio, ellos se apropiaron de su espacio y son escuchados y bien recibidos”, agregaba Andrea, mientras que Vero acotaba: “Claro, son recibidos con amor. Y es recíproco”.
Cada miércoles y jueves desde las 17.30, en Los Jazmines 672, hay apoyo escolar en el Comedor “Granito de Arena”. Y ellas, también lo agradecen: “El acompañamiento que tenemos de parte de Lucía, Hugo, María, lo generosos y genuinos que son. Como ellos entienden qué significa el espacio para el barrio, porque no es solo ese plato de comida que logran dar lunes y miércoles, sino toda la otra parte de la importancia de la educación. Y que ellos nos brinden este espacio, que nos hayan dado esa posibilidad para poder lograr esto, es maravilloso”, coincidían en la apreciación.
Y sumaban: “Gracias a la gente de la comunidad, las familias, la gente del Comedor ‘Granito de Arena’… sinceramente es un gracias enorme porque esto no se puede hacer de otra manera que juntos”.
A pleno barrio San Jorge hay lápices con énfasis de manos diciendo desde las hojas. Hay deletreo en voz baja queriendo hacerse oír y lográndolo. Hay cuentas de esas difíciles que los mismos chicos le piden a Andrea. La palabra cercana de Mónica. También la torta de chocolate de la receta de Vero, que se hace con el aporte de todos mientras el horno cocina el sabor dulce y se celebra al aire del espacio barrial la actividad siempre inquieta de la educación, que en esta historia tiene el motor siempre encendido de las docentes jubiladas que siguen y seguirán siendo las “Seño”.