Noideé y su hija Clarisa.

Semblanza de una mujer árbol. Un poco eso o todo, en realidad. Un poco alguna especie vegetal de gran porte y un poco todos y cada uno de los ejemplares verdes del pueblo, que le dieron sombra y descanso en su constante paso, vereda a vereda, caminito a caminito, calle a calle, de Carlos Keen.

Un poco quizás también, un árbol nativo de otra región: su DNI la sitúa en su nacimiento en la localidad de Ameghino, Provincia de Buenos Aires. Pero definitivamente haciéndose lugar sus raíces por entre los terrones de tierra de aquel Carlos Keen al que llegó en septiembre de 1974.

Sería algo contradictoria la imagen: verla a Noideé como árbol cuando su movimiento fue constante. Pero… ¿acaso los árboles no se mueven cuando se dispersan de diferentes maneras? Semillas, hojas, flores, frutos… cuánto fue ofreciendo al viento, a la tierra y a la vida Noideé.

Arraigada a su paisaje desde el amor inquebrantable que sostiene a las personas al lugar elegido y estirando ramas para abrazar, hacer, alcanzar, construir, fomentar, dejar, enseñar. Enseñó y aprendió mucho. Y no ha dejado de hacerlo.

Aún hoy, con sus 90, con su memoria hecha una constante maquinaria a la que día a día debe ajustarle las piezas. Noideé soñó y creyó en el pueblo turístico que tenía que ofrecer lo más valioso que tenía: su historia. Y preservarla en los días nuevos. Y por eso anduvo, anduvo. Y hoy ve y hoy vemos, ese Carlos Keen que desborda de visitas, con la complejidad que eso significa, pero con la satisfacción de sumar historias de otros en la gran historia del pueblo.

La cumpleañera

Celebró el 12 de febrero, día de su nacimiento hace 90 años. Y rodeada de su gente, sopló velas y compartió abrazos.

Y Clarisa -su hija-, nos contaba amorosamente momentos, días, sensaciones que la siguen pintando a Noideé como una referente del lugar al que llegó “buscando una casa con fondo porque habíamos empezado a criar conejos”, señalaba a LUJÁNHOY Clarisa.

Y agregaba: “Tiziano siempre la apoyó en todos sus proyectos, conversaban, cambiaban ideas, discutían pero siempre estaba con ella”, decía haciendo la necesaria y también amorosa mención de su papá, el gran compañero de Noideé, una mamá que con estampa de árbol le puso movimiento a sus sueños de mejores vientos.

“Siempre es complejo ser ‘la hija de…’ Y yo siempre sentía la necesidad de protegerla de todo lo que la pudiera lastimar. En realidad por su temperamento siempre seguía sus objetivos costara lo que costara. Entiéndase que esos objetivos siempre fueron en beneficio del pueblo y no en beneficio personal. Todo su tiempo estuvo a disposición de lo que demandara la gestión del momento. Pero ya todos sabíamos que era así y nos adaptamos”, indicaba describiendo esa “adaptación” como la imagen del orgullo de ver -ella y Daniel, su hermano- a esa madre referente de las instituciones más queridas del pueblo, a las que o fundó o se sumó con el ahínco de su corazón siempre dispuesto a más: Comisión de Preservación del Patrimonio Cultural de Carlos Keen, Biblioteca Popular, Fiesta del Sol, Sociedad de Fomento, entre otras.

“No me acuerdo si le quedó algo pendiente”, decía Clarisa dejando esta incógnita para develarla en alguna próxima charla con su mamá, que con esos 90 inmensos años late a recuerdos del tan extenso y productivo camino vivido.

“Hasta no hace mucho, cuando los domingos hacíamos mandados por el pueblo, se ponía feliz de ver tantos turistas, de ver tantos restaurantes, de ver plantas nuevas en la estación, de ver tantos puestos en la feria. Realmente se podía ver la felicidad en su rostro. Cada objetivo logrado era celebrado y combustible para seguir concretando otros nuevos. Siempre que se sentía feliz en la cresta de la ola decía… ‘bueno, a prepararse porque viene la contrapartida’”.

Quizás así, parapetándose en su corteza, pudo erguir desilusiones para alimentarlas a savia y hacerlas crecer, de nuevo con formato tangible de sueño.

Y hoy, quizás un tanto más esperando los vientos que buscándolos, Noideé celebró sus 90 años. Y nosotros la celebramos.

“Todo lo que sucede en Carlos Keen es auténticamente del pueblo”, dijo alguna vez Noideé Sosa de Tocchini. Y ella sucedió. Entonces fue, es y será ese gran árbol -uno o todos los árboles – que viven y vivirán con raíces o recuerdos de vientos, por siempre y auténticamente, en Carlos Keen.