Las letras unidas con hilos. Las palabras acercándose para confeccionar un tejido que como historia, cuente, hable, muestre, una. Puntadas alegres con la forma de una a, una e, un par de consonantes hechas a puntadas más precisas en forma para unir ese sonido del decir, que suena aún con la voz inaudible pero cierta de lo escrito.

Otras puntadas más, separadas por un apéndice de espacio pero fuertes, remarcando acentos para la cadencia melodiosa de la palabra. Una coma, varias comas, uno y muchos gestos hechos signos de exclamación. Una puntada pequeña cerrando en punto lo dicho. Tres puntadas más como saltitos en puntos suspensivos asegurando que todo sigue… en ese tejido que es un texto escrito, en ese texto que junto a otros son una trama entrelazada de palabras confeccionando un libro.

Eso hizo Yésica. Confeccionó su libro. El primero. Lo fue tejiendo acaso como tradición de la tarea, en hilos y lanas ellas -su mamá y su abuela-, en palabras Yésica.

Y ese tejido de un libro, se llama “El corazón lleno de nombres” y ya está listo para su presentación, no sin antes mirar otra vez cómo llegan todas esas palabras a la historia del escribir: “Yo escribo desde chica, es una herencia de mi madre, y aunque dejé de hacerlo por muchos años, siempre estuvo latente. En la pandemia, retomé ese bello hábito. Al principio, nada se sentía como propio, nada me gustaba, pero seguí escribiendo. Hasta que un saco tejido por mi mamá, inspiró un cuento… y el origen de ese cuento fue mi madre, pero lo escribí pensando en mi abuela, noble tejedora que nos legó muchos abrazos de lana y amor”, decía Yésica Camargo, la autora.

Y agregaba más paisajes vividos: “Mi entorno empezó a pujar para que siguiera escribiendo y además lo mostrara. Así nació, tímidamente, mi página de Instagram bajo el seudónimo de Literata_Divertida. Y seguí escribiendo cuentos, relatos, pero le di más vuelo a la poesía y desde entonces, el intercambio maravilloso que se da en ese ámbito es parte de mi vida. Y la poesía, mi nueva manera de ir por el mundo”.

Moverse en letras

Desde la quietud física que supone el hecho del escribir, hasta la arremolinada sensación de la lectura, hay un tiempo de crecimiento, de aporte de un decir que golpetea dentro y necesita salir. A toda página, a todo tejido.

“La escritura es movimiento, es búsqueda, juego. Crece con uno. Yo no soy la misma que hace un tiempo atrás, entonces mi poesía tampoco podría serlo. Mantengo su impronta, pero permanezco libre y permeable al asombro, dejo que sea ella quien me descubra a mi”, expresaba Yésica desde esa vorágine elegida que llegó a quedar impresa en un libro.

“Este libro es una pequeña victoria, llega luego de un largo recorrido; intenso, complejo y de cambios profundos. En estos poemas cuidadosamente seleccionados están los nombres de cada batalla, de cada aprendizaje, de lo que salva y abraza el legado de mis antepasadas, sus luchas y ante todo, el amor como bandera. Creo que mi escritura se basa en la combinación de lo emocional con lo reflexivo, en extraer belleza incluso en lo roto. Especialmente, en lo roto”.

Y acerca del proceso de pensar, decidir y concretar una edición física de lo escrito, nos mencionaba: “Escribir un libro siempre fue una fantasía, no llegaba a ser un sueño. Empezó a tomar forma cuando creé mi página de literatura y vi que el contenido gustaba y conforme crecía la página, crecía la confianza en mi. Todo eso fue parte del proceso de transformación y crecimiento que mencioné antes. Entonces me fui animando a transformarlo en un sueño, hasta que lo volví proyecto. Cabe destacar que mis amores cercanos me impulsaron a tenerlo hoy en mis manos, dándome ese empujón necesario para ponerme a trabajar de verdad por este sueño”.

Compartir un abrazo de letras

Y ese es el otro momento. Ahí cuando se extiende en papel lo que se sintió en el momento del escribir y se lo entrega, como la ofrenda más precisa de quien da. Y ahí Yésica, que compartirá en el mes de junio su libro en la Asociación Cultural y Biblioteca Popular Ameghino y que este próximo 29 de abril estará en la tradicional Feria del Libro, a las 18 en el Pabellón Azul, stand 322.

“Vino como un regalo, una yapa, siempre sentí admiración por quienes llegaban ahí, era la consagración que muchos desean, pero no me sentía capaz de soñar tanto. Entonces, el asombro, el abrazo de la vida una vez más. Aún no caigo mucho, pero sin dudas me hace muy feliz. Y es que el libro pasa casi a segundo plano, porque se empiezan a generar cosas tan lindas alrededor de esto que está sucediendo, la alegría genuina de la gente, la compañía de mi familia, de mi pareja, de mis amigos, muchos, muchos regalos cargados de emociones, que convierten esos pocos gramos de papel en algo imposible de cuantificar”, remarcaba la autora de Torres.

Y sellaba su recorrido de emociones con LUJÁNHOY citando a Antoine de Saint-Exupéry: “El amor es lo único que crece cuando se reparte”.

Ahí, repartiendo letras, anda Yésica. De a puntadas, eligiendo texturas y colores propios para decir en palabras escritas que un libro abraza, da calor y es tan necesario como un abrigo tejido por las manos de una abuela.