Foto: Captura Santuario de Luján

Este sábado, al cumplirse 40 años de la Guerra de Malvinas, se realizó una misa en la Basílica Nacional Nuestra Señora de Luján que estuvo presidida por monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), y predicada por el arzobispo de Mercedes – Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig.

Allí, junto con los obispos argentinos, hicieron memoria de quienes entregaron su vida en la contienda bélica y sirvieron a la Patria. Los Héroes de Malvinas “nos interpelan y nos dejan cada año el legado latente de hacer juntos una Patria que a todos ampare”, remarcó Scheinig.

Participaron de la celebración eucarística el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Guillermo Carmona; el ministro de Defensa de la Nación, Jorge Taiana; el secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri; el secretario de Culto de la Provincia de Buenos Aires, Juan Ignacio Torreiro; el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, teniente general Juan Martín Paleo; el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier general Xavier Julián Isaac; el jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina, almirante Julio Horacio Guardia; el general de División Diego López Blanco, subjefe del Estado Mayor del Ejército; el director nacional de Gendarmería, comandante general Andrés Severino; y el señor prefecto Miguel Ángel Reyes, detallaron desde la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA).

En la homilía, monseñor Scheinig afirmó que “Jesús quiere que en las circunstancias más difíciles de la vida podamos sentirnos bajo el poncho de su Madre”, al subrayar que “esa simple experiencia, la de estar amparados en la Madre común, nos da una fuerte seguridad personal y una hermandad intensa y profunda”.

“¡La muerte no es el fin! Este es el grito de la fe. La muerte es un paso a lo nuevo que viene de Dios. Aquí y ahora, podemos experimentar la fuerza de la paternidad de Dios y la maternidad de María que nos cuida y ampara para enfrentar juntos el camino de la vida”, subrayó.

“Algo similar debería hacer en nosotros la Patria. La Patria hace las veces de Padre y de Madre que ampara, cuida, protege y da seguridad a todo un pueblo. La Patria es herencia que abraza, es identidad que sostiene, es tierra que contiene, es pueblo que camina con un destino común. La Patria es pasado, presente y futuro. La Patria es Encuentro”, sostuvo.

A su vez, advirtió que “nuestro país y nación están en una tensión constante y delicada, hecha de avances y retrocesos, de logros y de fracasos, de luces y de sombras. Pero necesitamos urgentemente sacar a la Patria de cualquier tensión, para no debilitarla o excluirla. Sin Patria somos errantes y corremos el serio riesgo de quedarnos sin fraternidad, de desconocernos, destratarnos, ignorarnos, maltratarnos”.

“Muchas son las deudas que nos tenemos y posiblemente, la mejor manera de encontrarles una solución, es hacer enormes esfuerzos por cuidarnos y ampararnos los unos a otros. Es muy grave saber que muchas pueden ser las personas que hoy cargan con un sentimiento de orfandad, sentimiento que las deja a la deriva, descuidadas y desprotegidas. Ese ha sido el doloroso testimonio que nos han dado los sobrevivientes de Malvinas, lo que han experimentado durante la guerra y luego de ella, la de sentirse abandonados a su suerte. Esa terrible experiencia humana, ha sido un pecado gravísimo del que muy poco nos hemos arrepentido y del que muy poco hemos aprendido”, focalizó.

E interpeló: “¿Cómo sentirnos entonces hijas e hijos todos de la misma Patria? ¿Cómo recuperar la confianza y el orgullo de ser argentinos? ¿Cómo hacer para que el sentimiento Patria, no sea una emoción superficial o vacía? ¿Cómo hacer para que la vida de tantos jóvenes muertos en Malvinas, no sea un constante reproche a nuestras conciencias, sino que despertándolas, nos impulse a un nuevo patriotismo?”

Por su parte, monseñor Scheinig estimó necesario “trabajar duro para que la Patria no se pierda” y lamentó que en los discursos se cite al Papa cuando dice que “el camino es la fraternidad, la escucha, el diálogo, el respeto, la amistad social, una mejor política, un corazón abierto, en fin, una nueva cultura del encuentro”, pero el interrogante sigue siendo “¿cómo hacerlas realidad? ¿cómo hacerlas vida cotidiana?”

“El desafío más significativo de este tiempo: hacer realidad una Patria de hermanos. Y para esto, es imprescindible hacernos cargo los unos de los otros y darnos seguridad y hacerlo sin indiferencias ni indolencias, sin pasividad ni improvisación. En nuestra Patria toda persona debe ser reconocida, respetada en su dignidad, toda persona debe tener su lugar, un lugar concreto que nada ni nadie pueda arrebatarle”, opinó.

“Seguramente, en este desafío de construir una Patria de hermanos, por momentos, algunos se sentirán más fuertes y podrán dar fortaleza a los más débiles y en otras ocasiones, los fuertes se convertirán en débiles y necesitarán ser fortalecidos por otros que tal vez estuvieron en situaciones de debilidad y desprotección”, completó.