Se pide ayuda para brindarles algo o mucho a ellos, a los chicos. Pero en esta historia fueron esos chicos los que antes, ofrecieron el tesoro que tenían, el tesoro que se valora cuando a veces todo se pone difícil: el tiempo. Esos chicos estuvieron ahí, sentados al borde de una zanja, con su infancia de barrio, con alegrías efímeras o duraderas construidas a risas, con la cola al piso y quizás una pelota esperando para el ‘fulbito’. O una muñeca de la mano que también llegaba a esa vereda de esa casa donde ese vecino los veía, escuchaba y se generaba ese diálogo tan espontáneo y genuino que se genera cuando la gente verdaderamente se encuentra.

Eso fue. Así fue. Un verdadero encuentro. Porque los chicos de ese barrio iban a la vereda de la casa de Juan, que andaba cargando la tristeza de su enfermedad y encontraba en esos chicos, ese momento donde parece que todo lo malo, desaparece. Así Juan, así esos chicos y así ese vínculo que se construyó y que marcó el inicio de esta historia que es ahora, un merendero.

Un merendero que tiene un nombre: “Granito de Fe”. Y que está coordinado por Carola Vega, la esposa de Juan Di Dío, ambos agradecidos con esos pequeños vecinos que sostuvieron quizás sin saberlo, los peores días de Juan. Por eso ambos agradecen, los homenajean con meriendas y ahora quieren armar un gran gran árbol de Navidad con regalos, proyecto para el cual solicitan ayuda a la comunidad.

La historia

De los días dolorosos, al “gracias” convertido en una taza de leche. Una historia que conocimos a través de su protagonista, Carola, quien nos contaba: “La merienda nació a raíz de la enfermedad de mi marido Juan, que tenía cáncer Sarcoma de Ewing y estuvo prácticamente al borde de la muerte, ya no le daban esperanzas de vida”, decía desde el recuerdo del dolor.

Y continuaba el relato: “Cuando empezó las quimios estaba en casa, lo cuidaba mi suegra mientras yo trabajaba. Él no podía trabajar, dependía de oxígeno y estaba muy débil, no podía hablar, ya estaba tomado completo y eso le imposibilitaba hablar y comer y todos los días se sentaba afuera en su silla y los chicos pasaban, lo saludaban, a veces le regalaban algún caramelo. Después empezaron a venir a verlo cuando salían de clases, le contaban cosas de la escuela. Los días que tenía quimio estaba muy descompuesto, no salía por lo menos una semana y los chicos venían igual a la puerta a preguntar. Cuando me di cuenta eran 15 chicos por lo menos sentados en la zanja de casa”, indicaba Carola recordando ese gesto verdaderamente genuino y propio de la inmensa posibilidad de empatía que los chicos pueden tener. Un gesto que acompañó a Juan y Carola en los momentos duros que atravesaron. Y claro… cómo no querer agradecerles a los que ahí estuvieron.

“Juan empezó a mejorar y un día cerca de Navidad me dijo de hacer algo para ellos, por estar siempre ahí y bueno hicimos la primera merienda. De ese momento arrancamos todos los sábados”

A corazón

Y a todo pulmón, lógico. Pero con la suficiente emotividad para no dejar caer esta actividad que los reconforta y reencuentra cada vez que hay merienda.

“Lo organizamos nosotros dos, todo es a pulmón, yo organizo feria de ropa cuando y lo recaudado es para la merienda. A veces nos donan algunas cosas pero no mucho pero ayuda, la situación está difícil para todos, así que ponemos plata de nuestro bolsillo realmente, porque no siempre puedo hacer las ferias, ya que trabajo mucho y los sábados estoy siempre preparando todo para la merienda”, manifestaba Carola, que le detallada a LUJÁNHOY que no solo ofrecen eso rico que comen y beben, sino que organizan juegos para que el momento sea completo y, además, nadie se va con las manos vacías: se llevan una bolsita con golosinas o quizás pochoclos o cereales, que simboliza ese agradecimiento que los acompaña hasta su casa y dura y disfrutan esos entre 40 y 50 chicos que asisten a las meriendas.

“A veces hacemos comida cuando nos donan fideos, puré de tomate, a veces nos hacen precio por pollo. Todo lo realizamos en nuestra casa, tenemos un patio adelante, así que sacamos una mesa y hacemos todo ahí”.

Y en ese “todo” está incluido tanto como la merienda, los juegos, actividades especiales en fechas especiales, si hace calor algún carnaval improvisado y divertido con globitos de agua, porque todo es por todo eso que esos chicos antes brindaron.

El sueño del gran árbol

El de Navidad. Ese árbol que desean armar y que contenga regalos para la alegría infinita de todos.

“Nosotros teníamos pensado juntar juguetitos para los chicos porque la verdad es que no todos van a tener la posibilidad de tener eso en las Fiestas, entonces queríamos darle esa sorpresa. Así que la idea es hacer un árbol de Navidad gigante y ponerle regalitos”, expresaba Carola que también en sus redes sociales viene difundiendo el mensaje de colaboración.

“Te invitamos a que seas parte de esta noble causa, llevando alegría y sonrisas a los niños del merendero. Queremos invitar a todos a unirse, donando un juguete nuevo o en buen estado, para aquellos niños que, de otro modo, no recibirían un regalo en estas fechas tan especiales. Cada juguete donado será un motivo de felicidad para un niño. ¡Hagamos de esta Navidad un momento inolvidable para todos!”, enfatizaba.

Para sumarse a esta cruzada, contactarse al 11 25327451.

Esos chicos llegaron a la puerta de esa casa y se sentaron ante los días difíciles de Juan y de Carola. Y ellos, agradecidos, los homenajean de ahí en más, con una merienda. Y ahora, quieren darle desde un regalo en ese árbol de Navidad, un abrazo simbólico, que los ayude y proteja así como antes, le ofrecieron esa sensación a Juan.

Una historia de dar y recibir, genuinamente amoroso.

Ojalá sea el árbol más grande y más lleno de juguetes que hayan visto jamás.