Apenas un muñequito. Y tanto como eso. Tienen una bandana en su cabeza y un lazo dorado prendido al pecho que nos habla del cáncer infantil. Un “Piluquito’” cuesta 200 pesos. Y vale un día inmensamente distinto: colores y juegos para no perder de vista a la infancia. Los testimonios de este gran proyecto.

No es necesario el sol colgado en la inmensidad del cielo para palpar a toda piel el abrazo cálido que apretuja penas hasta dejarlas quietas. Porque hay brillitos que como péndulos se hamacan acompañando pasos y pueden mirar fijo a esas penas y echarles a manos abiertas una cascada de brillos dorados que las empujen, que las alejen, que las pongan del otro lado de los días, para que el almanaque pueda llenarse de esas horas necesarias en las que vivir es la mejor y más linda de las ocupaciones.

Esos brillitos que son mágicos, están todos juntos y preparados en el lazo dorado prendido al pecho. Y esperan solo la decisión del amor para salir en catarata al viento y trastocar el día de quien tiene a plena infancia, algunas penas. Son “Piluquitos”, apenas unos pequeños muñecos de tela con un atuendo de héroes: una bandana que cubre su cabeza y ese lazo, ese lazo brilloso y dispuesto a pintar el día. Y vienen solos o de a muchos, de igual rostro, igual deseo, mismo objetivo, idéntica misión, aunque los colores de su ropa varíen. Son muñecos confeccionados con amor, para llevar amor y para sumar amor. Son muñecos pequeños, que van colgados en una mochila, o en la correa de una cartera, en el espejito del auto o hasta podrían asomarse desde el canasto de una bicicleta ahora que viene la primavera y pedalear las calles tiene un placer de buenos augurios.

Estos “Piluquitos” son muñecos que tienen la misión de concientizar acerca del cáncer infantil y la tarea de servir de recaudación para lograr modificar con pequeñas -pero necesarias- remodelaciones las salas donde se realizan los tratamientos de quimioterapia infantil.

La Asociación Civil que se dedica a la concientización del cáncer infantil a través de estos muñecos es lujanense, fue creada por idea de Karina Caminos quien junto a Silvia Malmoria, además de concretar un sueño, están concretando un proyecto sostenido en el tiempo y que viene a todo crecimiento, no solo con la seriedad y responsabilidad por la tarea, sino con toda la conciencia y el amor que en esta historia es indispensable.

“El objetivo es concientizar sobre cáncer infantil. ¿Cómo? Equipamos la sala de quimio con juegos y juguetes, e intervenimos las bolsitas de los sueros con imágenes de superhéroes. También el objetivo es dar charlas en los colegios”, comenzaba contándonos Silvia mientras esperábamos la llegada de su amiga y compañera en esta historia. “El proyecto es una idea de Karina, lo que hice yo fue el armado, el cómo darle un abordaje diferente sobre la idea original de ella. El nombre surge porque Karina pensaba que tenía que tener un nombre tierno, pegadizo. Uno de sus hijos cuando era chico veía un dibujito que se llamaba Piluquito, entonces surgió ese nombre. Ella transitó el cáncer de mama, yo la conozco de cuando estaba en tratamiento, con su bandana. La mandaron a hacer terapia y no quiso, entonces buscó de qué otra manera hacer catarsis, así que nos conocimos haciendo el curso de Payamédicos”, relataba con la alegría de este encuentro y de proponerse juntas esta tarea.

“Cuando se cura, tenía esta necesidad de brindar algo al otro, ella tiene mucha onda con los nenes, entonces empieza haciendo las bandanitas, googleaba para ver quiénes las necesitaban, dónde podía mandarlas. Después empezó con un muñequito que encontró y como tenía pelito, lo ‘piluqueó’… o sea le cortó el pelo y le hizo la bandana. Así empezó a hacer esos Piluquitos. Un día cuenta esto en el grupo de la ‘familia Paya’ y a mí me quedó dando vueltas y pensé si me podía sumar para difundirlo. Al poco tiempo… explotó!”.

Y sonaba el timbre… llegaba Karina con aires de esas tardes que tienen el augurio primaveral y se sumaba a la charla: “Yo siempre digo que cuando uno estuvo del otro lado, las cosas se ven distintas. No es que te hace ni más bueno ni más malo, te hace ver las cosas desde otro punto de vista, nada más y nada menos. El tema del pañuelo en la cabeza yo lo sufrí personalmente, la gente es como que te mira diferente, ves las reacciones cuando salís con el pañuelo pero yo lo podía explicar, una criatura no, entonces me parece que son puntos que a uno lo llevan a hacer estas cosas”. Y es ahí donde aparece esa palabra de largo camino: concientización. Llevarles a todos, algo que está y es en y del mismo mundo de todos.

Silvia Malmoria y Karina Caminos

Creando “Piluquitos”

De aquellos primeros muñequitos a los que se los intervenía, llegaron a los propios, a los confeccionados especialmente para que se trastoquen en ingresos económicos y esos ingresos, en colores y juegos. “La idea de ella surge en enero de este año, en abril me sumo yo y en junio explotó de tal manera que no conseguíamos esos muñequitos que queríamos ‘piluquear’, ya que eran chinos y como empezábamos a necesitar muchos era un costo muy alto, se nos complicaba traerlos desde China y si bien nos asesoramos, no era posible. Entonces, Karina pensó si hacíamos un muñequito propio, eso era un riesgo porque yo no sé poner un botón… así que nos dividimos tareas. Y ahí se fue sumando gente para que cada uno haga desde donde sabe y puede. Karina hizo un prototipo de muñequito y nos encantó, le pintó la cara y así quedaron: y salió el nuevo ‘Piluquito’. El tema es que empezó a ser tanta la demanda que tuvimos que pensar en quién los hiciera y ahí a Kari se le ocurrió la idea de ofrecer la tarea a gente que lo necesitara, que se hubiera quedado sin trabajo, gente que quisiera sumarse a un proyecto social con la mano de obra, por eso nos contactamos en un intento con la Comisaría de mujeres de Mercedes, donde había mujeres que habían sufrido Violencia de Género. Y luego se sumaron mujeres de Luján y tenemos un señora de Moreno que es quien nos hace la mayor cantidad. Así empezamos a hacer la producción… y claro, pagamos por el ‘Piluquito’, porque no es solamente el objetivo principal que es la concientización del cáncer infantil desde lo lúdico, sino poder darle la posibilidad de trabajo a quien lo necesite. Por eso se le paga 70 pesos por cada ‘Piluquito’ a quienes lo confeccionan”, decía Silvia detallando entonces que los “Piluquitos” se adquieren por 200 pesos, cifra que se divide en lo que se paga por la confección del mismo, la compra de materiales para su realización -también reciben donaciones de tela- y el resto que se suma para la misión de decorar las salas de quimioterapia y ofrecer juegos y juguetes para los chicos que por ahí andan y están con una infancia resquebrajada en salud, pero con la posibilidad de reinventarla desde la alegría desde este proyecto social, comunitario y amoroso.

“Las que hacen los ‘Piluquitos’, generalmente son mamás o abuelas, entonces le ponen otro amor, está bien que necesitan el dinero, pero saber para qué es ese muñequito que confeccionan es otra la historia, hay ahí mucha empatía, mucha sensibilidad”, aseguraba Karina ante la presencia de un “Piluquito” sonriente en la mesa, de ojos ávidos de risas, de sonrisa imbatible como caminito por la vida, los pies hacia adentro con el gesto tierno de la infancia y los pulgares hacia arriba… siempre arriba!!!

“Kari padeció la enfermedad y es su manera de resignificarla, yo jamás pensé que me iba a sumar a un proyecto que tenga que ver con el cáncer infantil, pero bueno, todos tenemos una historia y en esa historia tengo una hija con una determinada discapacidad y creo que eso fue lo que me hace empatizar desde ese lugar. Creo que no es casual que nos vayamos uniendo en ese tipo de causas”, mencionaba Silvia y ambas relataban una de sus actividades emotivas con esta tarea: la visita al Hospital de Paraná, en cuidados paliativos y oncológicos infantil.

“Primero le mandamos ‘Piluquitos’ y luego equipamos el espacio con juegos y juguetes. En esa visita conocimos a Renata. Y a la vuelta no podíamos hablar de cómo teníamos el corazón. Ahí hay 300 familias que están en cuidados paliativos, no se puede explicar lo que se siente. Bueno, así nos fuimos conectando con otras ONG’s y así vamos creciendo”, decían.

“Lo que nos desvela es la situación de la criatura que está hospitalizada, que tiene un desarraigo de su casa, para que dentro de todo sea un ambiente lo más ameno posible, que sea parecido a su casa, que tenga juguetes, cosas para hacer a su edad, para lo que está pasando, no eso de las salas blancas, tristes, por eso apuntamos a esto, a que puedan seguir jugando mientras están en tratamiento”, señalaba con el alma linda Karina, agregando: “Es atravesar el dolor. Y sentir el ‘qué bueno que podemos hacer esto, vamos por más’. Saber que uno va por el camino correcto, historias como Renata, Martina, ellas nos motivan a seguir haciendo”.

Y Silvia sumaba: “Lo que queremos es que los chicos sigan -a pesar de atravesar esa situación dolorosa- siendo niños”. Niños con sus manos apretujando juguetes, palpando sus texturas, sosteniéndolos, asirse de ellos como si pudieran ponerles sus propios latidos… jugar, jugar, como derecho que siempre debiera ser respetado.

“El muñeco tiene mucha carga emocional, desde la gente que lo hace, que tiene toda la ilusión porque es un ingreso económico, también la gente que colabora, porque sabés que esos 200 pesos se convierten en otras cosas que se pueden comprar, y está el final de a dónde llega el muñeco… que uno no sabe a dónde pero es un círculo que se une. Y en el medio de todo, la concientización”, decían.

Payamédicos y Piluquitos, inseparables

“Muchos papás adquieren ‘Piluquitos’ para sus hijos que van al Jardín y los llevan enganchados en las mochilitas y entre ellos saben por qué, porque es por los nenes que están enfermos y lo van transmitiendo, generando una conciencia”, mencionaba Silvia para que remarcaran una propuesta que tienen entre sus deseos: colaborar con el Hospital de Luján aunque no tenga el nosocomio local sala de quimioterapia, pero sí teniendo en cuenta el sector de Pediatría.

“Uno no se da cuenta cómo el entorno influye, no es lo mismo que esté como esté. Y es una manera de devolverle a Luján lo que la misma comunidad nos da a nosotros colaborando con las donaciones de materiales y la adquisición de Piluquitos”, decía Karina apuntalando este proyecto que tendría como eje al Hospital local.

Con más de 4.000 “Piluquitos” que llevan ya hechos, sienten que el proyecto ha crecido de manera inmensa, teniendo pedidos de contacto y realización en lugares como Comodoro Rivadavia (Chubut), Villa María (Córdoba) y recibiendo inclusive una invitación desde México. “Si uno puede suavizar un poquito el tiempo de quimio… es muy importante. Uno no puede pretender todo, pero es un granito de arena que vamos aportando”, señalaba Karina y Silvia agregaba: “Cualquier ‘Piluquito’ que nosotros hacemos, nos dice por dónde andar, vamos creciendo con ellos, nos guían, nos hacen que pasen cosas increíbles”.

Y Karina acotaba: “El muñeco va por todos lados, en la cartera, en la mochila, en el Jardín, quizás si hubiera sido una remera con un lema de concientización no hubiera tenido tanto impacto, pero a los ‘Piluquitos’ uno los lleva para todos lados y son muy visibles”. Y también los harán visibles en la Fiesta del Salame Quintero -este fin de semana, en Mercedes- por lo que agradecían por tal invitación al secretario de Salud de dicha localidad, Pablo Casciani. “Nos dijo que ‘Piluquitos’ tenían que estar sí o sí desde ese ámbito”, señalaban y sostenían para la foto al “Piluquito” presente en esta charla… de risa delineada con curvatura de la más linda media luna en el más lindo cielo o como la más tentadora tajada de sandía para chisporroteo de alegría en la panza.

Eso te pone un “Piluquito”… una alegría inesperada, una sensación de enero a pleno agosto, un chasquido de dedos contagiando un ritmo imaginario que empuja a caminar con la esperanza sobre cada baldosa de la vereda, en cada bocina de esquina, en la merienda al patio, en el abrazo familiar, en el sillón preferido de la casa… y en esa sala de hospital, con esa palabra acortada quizás para que sea más rápida: quimio.

Ahí, también la esperanza. El día distinto. El color y la infancia que un “Piluquito” puede hacer inquebrantable. Ese poder, se llama amor. Y la gente que está detrás de este proyecto lo tiene. Y además, lo ofrece.

Tengamos “Piluquitos”. Hagamos con la adquisición de ellos, un tiempo de juguetes y juegos para esos chicos que esperan del lazo dorado, todo el brillo que necesitan para que la infancia siga.

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Nota: Lili Ricciardulli