Cada 1 de Mayo se conmemora en todo el mundo el Día del Trabajador, evocando a aquellos obreros anarquistas que en 1886 fueron ejecutados en Estados Unidos por promover una huelga en reclamo de una jornada laboral limitada de ocho horas diarias. Desde entonces, en cada país esta es una jornada de reflexión para recordar a aquellos “mártires de Chicago”, pero también de lucha para conseguir derechos aun negados.

En esta ocasión, el contexto es muy singular: la pandemia por el nuevo coronavirus COVID-19 que azota a todo el mundo ha llevado a los gobiernos a adoptar medias más o menos rigurosas de aislamiento social, procurando evitar contagios masivos que afecten a la población, en especial a los grupos más vulnerables. Y obviamente estas medidas están teniendo un fuerte impacto en la actividad económica. En la Argentina, las consecuencias son preocupantes para varios sectores de la industria, el comercio, los servicios y el agro.

Las quejas más audibles han comenzado desde el empresariado, que reclama auxilio desde el Estado para sostener su actividad. Pero eso no debe hacernos perder de vista que, como en toda crisis, quienes más riesgo corren son los menos poderosos, los más indefensos, aquellos que siempre se encuentran más desprotegidos frente a los vaivenes de la economía.

No hay dudas de que los trabajadores hoy son, en todo el mundo, quienes mayores preocupaciones tienen. Los asusta la enfermedad: saben que las familias de menores recursos pueden ser las más vulnerables a las pestes y epidemias. Los agobian las necesidades diarias: los asalariados en relación de dependencia, porque ya sus patrones les están reduciendo los salarios o pagándoles en cuotas; los “cuentapropistas” o trabajadores “en negro”, porque las medidas de aislamiento hoy les impide salir de sus casas a ganarse el sustento de cada día. Y los inquieta el futuro: nadie sabe cuánto durará la cuarentena y a qué mundo volveremos.

Se impone entonces la planificación de políticas públicas destinadas a la protección de los sectores más afectados por esta crisis sanitaria. Mientras duren la pandemia y la posibilidad de contagio, es necesario garantizar la accesibilidad de toda la población al sistema de salud, con una adecuada y eficiente organización en red de todos los recursos disponibles. Junto con ello, y para garantizar el cumplimiento de las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio, se debe atender las necesidades más elementales de la población vulnerable, en especial mediante la asistencia alimentaria regular y completa.

Pero los gobiernos deben pensar ya en el día después. Van a ser necesarias acciones decididas para recuperar la actividad productiva y para favorecer el empleo en el sector privado. Se requerirán incentivos que estimulen la reactivación, fundamentalmente en las áreas más castigadas.

Este 1 de Mayo tiene que encontrarnos a todos pensando en esto.

En cada momento histórico, el Día del Trabajador tuvo un contexto especial que demandó respuestas propias para ese momento. En los buenos tiempos, fue una fecha para el festejo. En las épocas muy malas, esta conmemoración fue inspiradora de las grandes luchas sociales. Hoy debemos estar a la altura de lo que nos toca vivir. Siendo solidarios con los que más sufren. Pensando en cómo recuperarnos cuando todo esto pase.

Y, sobre todo, entendiendo que tenemos que estar aislados, para no contagiarnos; pero no distanciados, para salir de esta ENTRE TODOS.

(*) Fernando Casset es abogado y docente. Fue periodista. Actualmente es concejal radical en el Interbloque Juntos por el Cambio y presidente del Comité Luján de la Unión Cívica Radical.

 

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