Empujando con sus labores, el Taller continúa con su producción pero sin tener la presencia y la tarea fundamental de sus operarios, que esperan con las ansias lógicas poder regresar al espacio que es tan de ellos. Mientras tanto, la impronta de esa tarea continúa y las ventas siguen. Los detalles del trabajo de este tiempo y sus productos, en esta nota.
Han sido las pequeñas manos aquellas que han podido hacer que la palabra “aquellas” deje su apego al ayer, para sentirse actuales en el hoy. Porque tan marcado quedó el sueño que cuando fue proyecto real, todo lo de antes pudo sostenerse en el después, ese después que es este hoy, con un Taller Protegido San Juan XXIII que moldea desde las tantas habilidades de sus operarios, la capacidad de producción para estar insertos en el mundo laboral cotidianamente y con productos de alta calidad.
Aquellas manos que acompañan el presente porque todos las sienten como las manos que apuestan al avanzar y crear un lugar para todos, son esas manos que moldearon al Taller, las manos de Queca.
Y hoy, cuando la cuarentena puso imaginarias palmas con la mueca de “stop” y detuvo el tiempo de trabajo, de alguna manera y sin infringir obligatoriedades sociales de la pandemia, hubo manos de decisión y esfuerzo para continuar con la producción que es parte de la vida de este lugar tan especial y querido por la comunidad lujanense, que fuera sueño y proyecto de Queca Galán, que fue y es porción inmensa de corazón de la gente que construyó esa realidad soñada y fue y es territorio apropiado satisfactoriamente por cada uno de los operarios y operarias que cada día allí encuentran todo lo que pueden hacer y apuestan desde sus almas tan abiertas, a crecer en capacidad y risas, siempre.
Por eso, la producción y venta de los productos característicos continúa. Y los vecinos de nuestra ciudad siguen contando con la posibilidad de adquirir precio y calidad de los artículos de limpieza que son sello del Taller.
Avanzar para que no duela la cuarentena
Porque la comunidad quiere cuidarse y cuidar al otro, pero con el dolor del aislamiento social, hay que empujar con el buen deseo y la creatividad para amoldarse al tiempo actual, para continuar y salir de este almanaque cuando llegue el momento, de la mejor manera posible…por eso, el Taller sigue en producción…
“En lo comercial nos afectó como a la mayoría de los comercios de Luján, una importante disminución de las ventas, dificultades para el cobro de cuentas pendientes, dificultades para las transacciones bancarias, dificultades para la producción, desabastecimiento de los productos más requeridos…fue realmente un tiempo de desconcierto que poco a poco fuimos equilibrando” comenzaba contándonos Adriana Orlando, Presidente de la Comisión Directiva de la institución.
Y detallaba la modalidad del contacto con los operarios: “Dejaron de asistir desde el primer momento y siguen sin asistir. Gracias a la tecnología nos mantenemos en contacto a través de las redes, WhatsApp, llamadas telefónicas y muchos pasan de vez en cuando a ‘saludar’. Extrañan el Taller, el trabajo, la reunión, la charla, el compartir físicamente un espacio en común. En casa se ‘aburren’ nos dicen… Y nosotros también los extrañamos, la dinámica diaria, el salón con varias máquinas en marcha, las puertas que se abren y cierran, sus comentarios, y su trabajo. Ellos son ‘El Taller’, los que le dan vida y sentido”.
Y qué mejor descripción que esa pintada por las palabras y el sentir de Adriana, que no hay dudas que la comparten todos los que desde sus diferentes funciones, mantienen tan transparente y organizado a este Taller.
“Soy de las que ven el vaso medio lleno siempre… Como positivo creo que nos acercó humanamente, somos muy pocos los que vamos al taller, nos turnamos, repartimos tareas, hacemos lo que hay que hacer, nos organizamos con lo que tenemos. Esa acción de trabajo fortalece vínculos y estimula al trabajo en equipo, nos hace valorar el tiempo y las personas en sus capacidades y limitaciones, desarrolla nuevas habilidades, nos hace replantear estrategias, reflexión pura, como quien dice”, señalaba a la hora de rescatar positividad ante una situación inesperada que mayormente es afluente de tristeza. Sin embargo, las manos y el corazón aportando.
“Este período ha servido para replantearnos varias cosas y hacer varios cambios en cuanto a la dinámica con los operarios en pos de un mayor ordenamiento y producción, reestructuración de espacios para mayor control de los distintos sectores (producción, stock, ventas, administración, recreación) y, seguramente, implementar el protocolo que se determine para este tipo de Instituciones. Queremos comprar máquinas nuevas, mobiliario, estanterías, darle otra estética al taller, para que cuando vuelvan los operarios sientan que los estábamos esperando con lindas sorpresas para trabajar y compartir”.
Será entonces un regreso para celebrar, porque el amor estará vivo y se verá no solo en una sonrisa escapando de un barbijo, sino en un espacio renovado como caricia de color. Mientras tanto, la tarea de los operarios la continúan diversos empleados, tal como mencionaba Adriana: “En la actualidad de los seis empleados solo asisten tres, ya que los otros tres están exceptuados por diversas causas. Esos tres empleados se encargan de la producción y venta, facturación, recepción de pedidos, atención de proveedores. Además, algunos miembros de la comisión asisten a hacer todo lo administrativo: caja diaria, bancos, pago a proveedores, recepción de mail, rendición de becas, organización de material contable, cobro de socios y otro tipo de tareas del orden productivo o de mantenimiento. Mientras que otros se llevan trabajo a sus domicilios. Además, tenemos dos voluntarias que colaboran una vez por semana. Mucho trabajo… faltan los 60 operarios y tres empleados. Pero bueno… lo vamos llevando”.
Acompañados
Así se sienten y merecido acompañamiento tienen. El Taller Protegido San Juan XXIII es símbolo de inclusión y respeto por las capacidades que cada uno tiene en esta vida, siendo además una institución orgullo por su crecimiento y honorabilidad a la hora de administrar lo que la comunidad vierte en ella.
“La comunidad de Luján siempre nos acompaña. Nuestros socios, los socios colaboradores que compran el bono contribución, los vecinos que compran nuestros productos, nuestros clientes de siempre. Solo decir gracias por acompañarnos en el esfuerzo de mantener este querido Taller para que nuestros operarios puedan seguir desarrollando sus aptitudes, integrándose a la sociedad, teniendo un espacio de contención, aprendizaje y trabajo”, destacaba.
Y nunca está demás remarcar dirección, días y horarios de venta y los artículos que ofrecen: “Estamos en Lavalle 674 de 8 a 14, de lunes a viernes. Pueden encontrarnos en las redes en Facebook como ‘Taller Juan’ y en Instagram @tallerprotegidosanjuan23. Los productos elaborados por nosotros son bolsas de residuos, consorcio, camiseta y cristal de todos los tamaños y densidades; separadores; trapos de piso y rejilla; cepillos, escobillones y almohadones. También tenemos productos de limpieza”.
A su vez, para darle un marco bien destacado a las palabras, la presidenta de esta tan trabajadora y organizada comisión directiva decía: “Si hay algo que se mantiene intacto es el compromiso de amor con el taller, ese compromiso es el que estimula ante las dificultades. Cuando ya no podés más y todo te parece imposible -y puedo asegurar que nos pasa bastante seguido-, el solo recordar lo bien que se siente ver a nuestros operarios evolucionar, disfrutar, reírse, esforzarse, relacionarse entre ellos, opinar, demostrar sus sentimientos, solo eso te motiva a seguir adelante”.
Adelante está todo lo que soñaron antes. Aquello que se moldeó con las manos chiquitas de Queca, capaces de darle forma a algo tan inmenso como ofrecer un espacio de trabajo para las personas con diversas capacidades y sumarle la materia prima elemental para que cualquier trabajo, cualquier profesión, hecha, ejercida por quien sea, valga la pena a diario: el amor.
Sin la herramienta de las manos y la materia prima del amor, no se logra lo que va impreso en cada trapo de piso, en cada escobillón, sujeto a cada bolsita: la dignidad del trabajo. Y el Taller Protegido San Juan XXIII tiene esa impronta que ni la pandemia pudo borrar.